Desigualdad
Citando a Michael J. Sandel, la Dra. Vivienne Bachelet N. responde que una sociedad que distribuye desigualmente ingresos y riqueza, deberes y derechos, poderes y oportunidades, cargos y honores es una sociedad «evidentemente» injusta. Yo concuerdo en que la desigualdad preeminente de nuestra sociedad viola criterios de justicia, pero también es importante reconocer que esa conclusión no es «evidente». De hecho, hay múltiples esfuerzos filosóficos que critican la idea de que la desigualdad vaya relacionada necesariamente con la justicia.
Probablemente el argumento más conocido es aquel presentado por Robert Nozick en su ya clásico «Anarquía, Estado y Utopía». Si lo que alguien tiene (ingresos, poder, oportunidades) es producto de una situación de justicia inicial, y si aquello que se tiene corresponde a intercambios libres, entonces cualquier distribución de mercado libre será justa, por igual o desigual que sea. El ejemplo de Nozick es el del basquetbolista Wilt Chamberlain. Si imaginamos un escenario donde hay personas que libremente desean ver jugar a Chamberlain y para ello pagan una determinada cantidad de dinero que luego es apropiada por el jugador, nadie podría decir que el resultado de este proceso (medido en ingresos) no es desigual, ya que Chamberlain obtiene la paga de todos aquellos que quieren verlo. Pero tampoco nadie podría decir que es injusto, porque las personas libremente quisieron verlo jugar. Lo desigual, en este caso, no es injusto.
El argumento es más complejo, pero trata de poner cierta suspicacia frente a desigualdades que vemos en una sociedad. En la medida en que ellas respeten los principios de justicia inicial e intercambio libre, no necesariamente tenemos que concluir que son injustas. Hay muchos casos donde esos principios no se satisfacen (incluidos los de las mujeres en altos cargos), pero el punto pasa por preguntar qué desigualdades son tolerables (si es que las hay) y qué políticas cabe implementar para las que no lo son.