¿Y la universidad del futuro?
Hace años que el debate sobre educación superior está anclado en el pasado, capturado bajo una mirada ideológica que pretende someter a las universidades a la tutela del Estado y restringir la libertad de sus proyectos educativos. Hoy nos enfrentamos a un cambio regulatorio sin precedentes en Chile, que puede afectar gravemente las oportunidades de varias generaciones al futuro, buscando limitar la autonomía universitaria, pero también la legítima libertad de los alumnos y sus familias para elegir dónde y cómo quieren formar a sus hijos.
En el discurso de quienes impulsan la reforma, siempre se escucha que hay que evitar que las universidades se transformen en simples fábricas de profesionales, como en una especie de producción en serie. Lamentablemente, eso es lo que ocurriría con un sistema que castiga la diversidad y mantiene su foco en ideas del pasado.
Esto no solo es perjudicial, sino que desconoce la tendencia internacional en educación superior, cuyo objetivo central es mejorar los modelos educativos, a través de la innovación, la investigación, la globalización y la interdisciplina. Todo esto revestido de una mirada de futuro, que pretende adaptarse con rapidez y oportunidad a la velocidad de los cambios que se están produciendo tanto en la sociedad como en el mercado, demandando capital humano cada vez más consciente de su entorno y realidad.
Muchos, al leer el proyecto en discusión, nos preguntamos con preocupación por la ausencia de propuestas en temas tan relevantes como el aporte de las universidades al desarrollo, innovación y productividad del país, y también a la producción científica y la transferencia tecnológica. ¿Es sensato que se proponga refundar de golpe la Educación Superior? ¿No es más prudente avanzar con mayor gradualidad y pensando más en el futuro que en el pasado? Hay universidades que sí están avanzando en esta materia -como la UDD– y mirando con interés la experiencia internacional. Con este objetivo es que hace una semana reunimos en un seminario internacional a algunas de las mejores instituciones de Iberoamérica, para discutir con altura de miras los desafíos de las universidades en el siglo XXI.
Esto lo hacemos al terminar un gran año para nuestra Universidad. La acreditación por cinco años recientemente otorgada por la CNA que, por primera vez, incluye el Área de Investigación, es un reconocimiento a la extraordinaria labor realizada desde hace 27 años y al permanente esfuerzo por ser parte del grupo selecto de universidades complejas que han decidido aportar al país creando nuevo conocimiento científico. Al ver cómo se tramitó recién la Ley de Presupuesto 2017, los temores de quienes vemos con alarma el poco vuelo que tiene la discusión sobre Educación Superior, lamentablemente se vieron confirmados. Desde esta tribuna, hago un llamado a elevar el nivel del debate, por el bien de nuestras instituciones y nuestros futuros profesionales.