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UDD en la Prensa

La universidad en el siglo XXI

 Daniel Contesse Strauss
Daniel Contesse Strauss Vicerrector de Innovación y Desarrollo

En un tiempo en que nos preguntamos cómo seguimos adelante como país y cómo alcanzamos mayores niveles de desarrollo, para que más personas logren mayor bienestar, la pregunta sobre el rol de la universidad es parte central de la reflexión. Pero debemos girar el debate desde una lógica de pasado a una de futuro. Debemos sostener un debate basado no en preconcepciones ni prejuicios, sino que en un realismo y pragmatismo que nos lleve a alinear el desarrollo de nuestro sistema universitario con las necesidades y oportunidades que como país enfrentamos.
Sin embargo, por razones difíciles de entender, nos hemos enfrascado en una conversación sobre educación superior que nada y poco tiene que ver con el futuro y el desarrollo del país. Los ejes de la conversación actual están en torno a la gratuidad para todos, el control del Estado, la regulación de las universidades y muchos otros aspectos que sólo empobrecerán al sistema, lo harán más rígido y más alejado de las necesidades de Chile y su realidad. Al leer la literatura internacional, artículos y libros sobre el rol de la universidad en el siglo XXI, sus desafíos y oportunidades, poco y nada se ve de esto. Mucho más relevante sería aprovechar el debate para conversar sobre cómo generamos las condiciones y definimos las reglas del juego para que nuestro sistema universitario conecte con necesidades tales como: apalancar la productividad, formar el capital humano que nos falta, generar impacto a partir de la ciencia y la investigación, conectar con la empresa y la sociedad, generar mayor diversidad en la oferta, fomentar la innovación para la calidad dentro de la sala de clases, ente otros. ¿Cuánto de esto hay en el debate actual de educación superior? Lamentablemente muy poco, o más bien, nada.
La universidad del siglo XXI debería tener reglas del juego claras y parejas que le permitan enfrentar los desafíos que tienen. En esto, es necesario que la institucionalidad se alinee. Un ministerio que se especialice en esta línea podría ser un avance, tal como se ha planteado en la lógica del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Sin embargo, tanto o más importante que una adecuada institucionalidad, es el desarrollo de una conversación y una cultura nacional que entienda, destaque y realce el valor y rol que la universidad tiene en una lógica moderna y de futuro. Para esto es necesario que los distintos actores opinantes hagamos un esfuerzo mancomunado para influir sobre el debate actual buscando un giro de 180 grados. Para eso requerimos un diálogo positivo, constructivo y de futuro, por ahí parte la transformación del país

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