La indolencia frente a los campamentos
El pasado domingo 28 de agosto, el programa Contacto de Canal 13 presentó su especial “Contacto Campamentos”, uno de los capítulos más duros en el fondo y la forma: la vida en campamentos desde la mirada de los niños.
Carolina Tapia tiene 4 años y camina hacia su casa con todos los problemas de terreno que presenta su población, no había llovido pero se muestra una calle con barro; no era un lodo común y corriente, estaba formado por aguas servidas por el rebalse de un pozo séptico. Por suerte para ella era un juego evitar el barro, para sus padres era un drama. ¿Y para nosotros?
Su idealismo contagia e ilumina la realidad oscura del campamento más grande de Chile: Ella sueña con el país de las mariposas, que es simplemente la bajada al cerro sin calles pavimentadas para llegar a su colegio, donde está esa otra Viña del Mar que todos conocen: linda, florida y turística, muy distinta de su patio trasero. Carolina tiene la capacidad de vivir su niñez en un mundo que ella misma construye, realidad que aqueja no solo a ella, sino a 3 de cada 10 menores de 14 años que viven en campamentos, según el Catastro 2016 de TECHO.
Comienza la mañana y también la rutina, las familias bajan del cerro para ir a sus obligaciones y es recurrente que lleven bolsas: es la basura que deben transportar porque el camión no pasa por todos lados. El mismo catastro de TECHO indica que ahora son 38.770 las familias que viven en los 660 campamentos existentes, que representa un aumento de 41.6% en los últimos 5 años, o peor aún, 10.000 familias más que hace 10 años.
En el mismo reportaje aparece Benjamín, de 7 años, quien sufre por no tener acceso a un recurso tan básico –para muchos– como es el agua. En los campamentos un 95.3% no tiene acceso formal al agua potable, el 90,1% de las viviendas no tiene alcantarillado y un 73.3% está colgado al sistema eléctrico, mismos cables que muestra Benjamín van pasando de casa en casa, hogares con problemas estructurales y que fueron construidas por ellos.
Mario, padre de Benjamín, dice sentirse orgulloso porque cada clavo es fruto de esfuerzo y al mismo tiempo sufrimiento, por tener que abandonarla por ser una toma. Ese es Benjamín, un niño que acompaña a sus padres a trabajar en la feria en un puesto de abarrotes, que siente el deber de ayudar a su padre, reparando el techo con tapagoteras.
Aparecen también Anuska y Paloma, de 10 años. Las gemelas no logran ir a clases por falta de ropa, zapatos y útiles, dado que a sus padres no les alcanzó para comprarlos, sueñan además con plumavit para no sentir tanto la lluvia. Estas gemelas que ayudan con el huerto familiar para hacer más liviano el presupuesto familiar, con el aseo de sus piezas y el almuerzo, todo un ejemplo. Ellas, las que deben convivir con los tantos micro-basurales que existen en estos asentamientos.
Es la alegría, inocencia e imaginación de los niños que contrastan con la dura realidad de su entorno. Permitimos como país que niños nazcan en estas condiciones, sin los mínimos derechos, por ende existe una deuda de parte de todos, pero fundamentalmente del Estado. Las políticas públicas en esencia se crean para mejorar la vida de las personas, ¿pero nos estamos haciendo cargo? Claramente no, e impacta la negligencia de las autoridades, la indolencia y su lamentable lejanía con la realidad.
Para poder generar una política pública adecuada, deberíamos comenzar por un buen flujo de información, acciones concretas y un objetivo claro: en este caso, la erradicación de personas viviendo en campamentos, para que pasen a vivir en una buena vivienda para sus familias. El Estado debe asumir su rol principal y articulador, dando espacio al sector privado y a una sociedad civil protagonista.
TECHO es un ejemplo en ese sentido, al igual que tantas otras organizaciones de la sociedad civil que trabajan por derrotar la pobreza. Por eso no deja de sorprender recordar cuando los dejaron fuera de la reconstrucción por el terremoto en la IV Región. Los aportes de estas organizaciones son claves. Por ejemplo, gracias al catastro de campamentos, se cuenta con información valiosa que permite evaluar y ejecutar políticas públicas.
En ese contexto es oportuno preguntarse: ¿Por qué el retraso de los resultados CASEN?
Hoy debemos trabajar más allá de la homogeneidad, por la habilitación de las personas que viven en campamento, apuntado a su dignidad e igualdad de oportunidades. El mismísimo Shakespeare se preguntaba ¿Qué es la ciudad sino su propia gente?
La inocencia de estos niños nos invita igual a ver la simplicidad de la felicidad, o cosas cotidianas para nosotros son sueños para ellos, como menos basura y barro, más plazas para jugar, luz en el cerro, agua potable y calles/veredas pavimentadas.
Ellos sueñan con sacar a sus familias adelante. A nosotros nos corresponde despertar de la indolencia, sumándonos a luchar contra estas urgencias, que tan lejanas están de la discusión pública. Y al Estado le corresponde adoptar prioridades claras, reconocer las urgencias, despertar del ideologismo: las gemelas, Benjamín o Carolina no salen a marchar, y merecen una vida mejor.