Convención Republicana
Terminada la convención republicana que nomina a Donald J. Trump oficialmente como candidato del Grand Old Party, cabe concluir que la manipulación de la verdad, la hipérbole desmedida, la demonización premeditada y la irracionalidad comienzan a ser parte del discurso de uno de los partidos políticos con mayor tradición e influencia en la vida de Estados Unidos.
La convención escogió, para cada día, un lema central: que Estados Unidos vuelva a ser seguro; que Estados Unidos vuelva a trabajar; que vuelva a ser primero; y que vuelva a ser Uno. Lo interesante es el mensaje subyacente, porque se da a entender de forma implícita que EE.UU. no es seguro, no está trabajando, no es primero, no es Uno. Y me parece que cada una de estas afirmaciones carece de sustento al evaluar la realidad de forma imparcial y empírica, aun cuando los ejes centrales, animados por el miedo y la agitación, se aceptan de forma inmediata.
Y, sin embargo, Trump sigue encontrando respuesta en un electorado desencantado. Trump sigue siendo percibido como alguien honesto y verdadero (a pesar de que un estudio de Polity Fact demuestra que, de 199 afirmaciones realizadas en campaña, sólo 8 eran “completamente verdaderas” y que el 55% de ellas eran “falsas” o “completamente falsas”). Esto –de por sí extraordinariamente grave– manifiesta un síntoma mucho más profundo en la sociedad norteamericana y que posiblemente mantendrá su permanencia aún si Trump no resulta electo.
Es de esperar que, de aquí a noviembre, el discurso y la agresividad política se modere. No es difícil avizorar los riesgos que enfrentará la principal potencia del mundo si es que la polarización sigue su curso.