Formar profesores ya no es barato
Si juzgamos por la cantidad de universidades e institutos que imparten carreras en el área de educación, pareciera que formar profesores es sencillo y barato. Sin embargo, para formar al docente que hoy Chile necesita, se requiere la misma dedicación que la necesaria para formar a un médico.
Para hacer que un joven se convierta en un experto necesitamos invertir en una formación inicial de calidad. La literatura especializada en este tema señala una y otra vez la importancia de que los futuros profesores tengan abundantes experiencias de práctica en salas de clases reales o simuladas, seguidas de una retroalimentación efectiva y basada en una reflexión conjunta.
Para lograrlo, necesitamos establecer un vínculo permanente y recíproco con centros de práctica, promover el trabajo de tutores con grupos pequeños de estudiantes, además de usar y disponer de tecnología para potenciar nuestras prácticas, como plataformas donde los alumnos graban sus clases y los tutores los retroalimentan casi en forma simultánea.
Fred Korthagen, experto en formación docente, destaca la necesidad de enseñar a los futuros profesores a tomar decisiones basadas en datos, para lo que se hace indispensable enseñarles a conducir estudios en base a su propia práctica. Esto se fomenta cuando se les ofrece a los estudiantes oportunidades de incorporarse a equipos de investigación o conducir pequeñas investigaciones apoyados por profesores expertos. El mismo autor señala la importancia de que los futuros profesionales aprendan a trabajar colaborativamente, y esto supone desarrollar un currículum que comprenda el trabajo en equipo como una necesidad y no como un accesorio.
Liderar programas exigentes y cuidadosamente pensados requiere la contratación de profesores expertos que tengan experiencia en aula y que puedan modelar con su ejemplo las prácticas que enseñan a sus estudiantes.
Necesitamos tener los recursos para atraer a los mejores docentes para que formen a los futuros docentes de Chile. También, necesitamos desarrollar sistemas de gestión que mantengan comunicados a todos los actores involucrados, profesores de escuela, universitarios, alumnos, supervisores, investigadores, para así compartir una misma visión sobre la educación de los niños. Por último, necesitamos diseñar, junto al pregrado, sistemas de formación continua, diplomados, magísteres, para que los profesores, como los médicos, nunca dejen de formarse.
En décadas anteriores, logramos que todos nuestros niños asistan a la escuela.Ahora, el colegio tiene que asegurar que todos aprendan y eso implica formar profesores tan delicadamente como si se tratara del mejor neurocirujano. Se acabaron los días en que bastaba tiza, pizarrón y un «campo clínico» que recién se conocía al final de la carrera, cuando en muchos casos era demasiado tarde.
Para ser docente no basta la vocación. Las buenas intenciones son inútiles si no se acompañan de una formación profesional del más alto nivel y eso es caro. La sociedad entera debe tomar conciencia de esto, porque tener carreras de Pedagogía necesitará recursos que hasta aquí han sido insuficientes. Las escuelas de hoy son lugares exigentes y las facultades de educación tenemos que estar a la altura del desafío.