La noche más larga
Ha pasado más de medio siglo desde que San Alberto increpara a una sociedad indiferente hacia el rostro de Cristo, como él definía a quienes estaban en la calle. Actualmente la realidad sigue siendo cruda, no solo por las temperaturas que acechan en el invierno, sino también por la falta de políticas públicas consecuentes con un problema que nos debe preocupar a todos. En lo que va del año han muerto 25 personas en la calle, la mayoría por hipotermia, cifra más alta que el 2015, cuando tuvimos que lamentar 17 muertes. ¡Una vergüenza!
Nada más dramático que saber que un compatriota ha fallecido en la calle producto del frío; algo no estamos haciendo bien y las bajas temperaturas parecieran paralizarnos también a nosotros y al Estado, careciendo de acciones más profundas y concretas para ir en rescate de personas que parecieran ser invisibles, y por ello prescindibles.
Hay manifestaciones de un panorama desgarrador: el segundo Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle realizado el año 2011 por el Ministerio de Desarrollo Social y el Observatorio Social de la Universidad Alberto Hurtado, identificó a 12.255 personas que vivían en esa situación, cifra que el propio Ministerio de Desarrollo Social y de Salud estiman que aumentó a 15.000, es decir, compatriotas que día tras día lidian en la intemperie con la máxima vulnerabilidad.
La semana pasada Canal 13 acompañó a los voluntarios del Hogar de Cristo en su tradicional ruta nocturna –ruta calle– quedando nuevamente al desnudo la dolorosa realidad por la que atraviesan miles de compatriotas que han hecho de sus “rucos” y sus cartones su hogar. Estamos llegando tarde y lo que existe es insuficiente, sólo un 19% de quienes viven en calle cuentan con una oferta continua de atención, es decir, hay un 81% de personas que su invisibilidad supera toda reflexión.
Resulta ilógico e incluso desconcertante pensar que ante tal escenario no exista ninguna política pública que vaya en rescate de estos compatriotas, porque eso es, un rescate ante el dolor. El concepto “situación de calle” que molesta a muchos es fruto del cambio en el lenguaje propiciado por instituciones dedicadas a esta labor, asumiendo que la persona puede superar esa situación y cambiar su destino. Atrás han quedado otros conceptos como “mendigo” o “vago”. Ejemplo de que se puede superar está dado por los propios voluntarios del Hogar de Cristo, porque muchos de ellos fueron personas que estuvieron y vivieron esa realidad y hoy dan compañía, conversación y calor humano donde el frío cala más hondo. Si realmente nos hacemos cargo es posible cambiar esta realidad. La labor de esta fundación, otras ONGs y algunas universidades con voluntariados apuntan a una sociedad civil en acción, pero no es suficiente. En Chile sobran brazos, pero está faltando “cabeza”.
El Estado se está al debe, con un Ministerio de Desarrollo Social debilitado y poco protagonista, como si esta realidad y el aumento de familias viviendo en campamentos no fueran prioridad. La mayor responsabilidad del Estado debe estar con quienes más lo necesitan, y en esto se nota una ausencia culpable. En alguna parte duerme la política de calle creada en el gobierno anterior para trabajar interdisciplinariamente y hacerse cargo de este problema; los avances han sido pocos. La Presidenta, en su recordado discurso, habló de derrotar la desigualdad, adelantándose quizás y dando por cumplida la derrota definitiva a la pobreza, olvidando que como sociedad debiéramos asumir que mientras exista una persona viviendo en pobreza, esa es la prioridad, y en calle aún más.
Darse el tiempo es clave, para poder pensar, estar y construir una solución, entendiendo que estar en situación de calle es mucho más que la ausencia de un techo, es la pérdida de los derechos fundamentales y básicos que debemos procurar como sociedad que cada ciudadano tenga, como la pérdida de todo involucramiento social.
La intención no es criticar por criticar, la intención es construir un llamado transversal para hacernos cargo. Este invierno esta recién comenzando y tanto el Gobierno, los empresarios y sociedad civil deben despertar de esta noche que pareciera no acabar, para vergüenza de un país que ha logrado mucho, pero que todavía tiene importantes desafíos por superar.