Cuidemos la privacidad
Me preocupan los crecientes ataques a la privacidad. Al común de los mortales, lo que da sentido y gozo a nuestras vidas son las relaciones afectivas que desarrollamos como padres, hijos, esposos o amigos. Pues bien, la privacidad es la que permite que esas relaciones surjan, se desplieguen y se vivan en plenitud. Sin ella, la persona se ve truncada en su desarrollo afectivo y en la capacidad de profundizar su propia humanidad en la relación con otros.
Hoy vemos ataques de diversos sectores a este derecho. Basta recordar la campaña en contra del fallo de la Corte de Apelaciones prohibiendo los globos de vigilancia. O las amenazas al Tribunal Constitucional para que permita el acceso de los sindicatos a las remuneraciones de sus afiliados.
Sabemos que la privacidad no es absoluta, y que en estos casos los tribunales podrían considerar otros bienes jurídicos importantes, como la seguridad. Lo que no podemos permitirnos, sin embargo, es el progresivo desapego ciudadano hacia este derecho. Cuidemos la privacidad, porque sin ella nos hacemos menos humanos.