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UDD en la Prensa

El error de la Corfo

La Corfo, post depresión de 1929, tuvo un rol fundamental como entidad de fomento en la recuperación económica, siendo piedra angular del inicio de la era manufacturera nacional. Sí, aunque usted no lo crea, la manufactura en Chile existió y donde en la época de los 50 y 60 llegó a ser un ícono regional, en el cual asistir a – en aquella época – a un colegio industrial era tan o incluso más prestigioso que el asistir a una universidad ya que era símbolo de progreso, producción y empleo.
Sin embargo, ya hace un par de décadas, la manufactura ha ido contrayéndose hasta casi ser un hito dentro de nuestra economía, la cual ha transitado hacia lo que hemos denominado una “economía de servicios”; una economía donde mucho se transa pero nada se desarrolla, paradójicamente, en un país intensivo en la extracción de recursos naturales. Es en esta misma área, que otros países la han considerado un área clave tanto para cumplir metas ambientales globales como de motor de innovación a favor de nuevas revoluciones industriales; ya que para tener revoluciones hay que tener industria… y ojalá no extractiva sino tecnológica.
En este contexto, la Corfo actual ha diseñado numerosos programas acompañados de presupuestos para aunar esfuerzos e incentivar la innovación en nuestra “industria” nacional. Lamentablemente, nuestra economía está más cerca a una economía de servicios que a manufactura, área que de acuerdo a la United Nations Industrial Development Organization, es la que menos aporte ha traído en términos tecnológicos. Es aquí en donde existe el error de la Corfo, un error de diagnóstico en tratar de incentivar avances tecnológicos en compañías que no pueden innovar. ¿la explicación?
La contracción de la manufactura desde los 80 trajo consigo el relevo de las ingenierías civiles, las ciencias y el desarrollo tecnológico por disciplinas más cercanas al mercadeo, comercio y especulación financiera; como si el avance tecnológico dependiera de pegar papelitos amarillos en procesos de “brainstorming” o de apoyos por medio del “coaching” que impulsan el liderazgo. Tal auge de “los mercados” incluso cambió los intereses de desarrollo personal en profesionales quienes visualizaron que era más prestigioso realizar un postgrado tipo MBA, “management”, economía o “finanzas”, que un programa avanzado de desarrollo tecnológico o más acordes a sus disciplinas de origen. Menos aun pensar en un doctorado. Esto conllevó a una sobrepoblación de “expertos” en negocios y administración con la consecuente carencia de especialistas. Es más, estos mismos pocos especialistas dentro de sus propias organizaciones han migrado a trabajos más “administrativos”, ya que sus propias “expertise” no serían necesarias en una cultura organizacional que cree que todo se puede comprar afuera antes que desarrollarlo internamente.
Uno de los resultados de esta evolución de años, ha causado que las organizaciones nacionales carezcan de las competencias necesarias para realizar la tan ansiada “innovación” y menos aún, “desarrollarla e incorporarla”. Tales competencias no se compran en una góndola, sino que deben ser parte tanto de la cultura organizacional como del desarrollo profesional en cada puesto de la organización. Cuando a desarrollo profesional me refiero, hago referencia a equipos de trabajo capaces de por si mismos realizar investigación y desarrollo en alianza, o no, con centros de investigación ligados a instituciones de educación superior. Indicadores de tal falta de competencias se pueden apreciar en el número de profesionales con postgrados en áreas de comercio, marketing o finanzas – para que decir MBAs – al interior de las empresas; disciplinas que poco y nada tienen relación con lo que busca precisamente la CORFO, la innovación y desarrollo tecnológico. Muchos sueñan con Silicon Valley, pero muy pocos saben programar bien; otros hablan de Tesla y poco nada saben de termodinámica… muchos hablan de Litio y pocos saben que es una sal.
Con este diagnóstico, ¿Cómo se espera que aumente la inversión en I+D privada, si los cuerpos estables en compañías nacionales poseen poca experiencia de investigación, con numerosos postgrados que poco entregan competencias relacionadas con manufactura y menos aun, con la tecnología?.
Bajo este escenario poco alentador, los concursos han sido diseñados buscando apalancamientos para que empresas en conjunto con entidades de investigación en alianza “público-privada” trabajen juntas. Sin embargo, más que alianzas, estas en no pocos casos han sido una especie de subsidio a la contratación de investigadores al modo de outsourcing, y en el cual la “transferencia tecnológica” no puede ser realizada debido a que la carencia de competencias impiden su absorción, poniendo en riesgo incluso la continuidad de esta en el tiempo. Evidencia de esto es el bajo número de proyectos exitosos que han continuado y que muchas veces han sido no valorados por las planas mayores de ejecutivos, las cuales relegan lo realizado a un segundo plano.
Para este nivel, el problema a nivel organizacional es estructural y poco nada puede hacer la Corfo más que aprobar y aprobar proyectos para que a modo de apuesta, algo de ahí pueda salir. Para las estadísticas cumpliremos las metas en asignación de proyectos, pero de fondo, no serán más que subsidios a riesgos que hoy las organizaciones no están dispuestos a correr y que llaman, innovación. Para Chile, el desafío es grande, y va más allá de la Corfo.

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