Innovación social y pobreza
La influencia de la innovación en el crecimiento económico es ampliamente conocida. Ella constituye un motor de cambio y dinamización que introduce nuevas ideas y tendencias, que ayudan de manera concreta a mejorar los procesos y aumentar la productividad de las empresas. Es claro también que los países que no generan estrategias en este sentido, tampoco están preparados para enfrentar un mundo que está en constante movimiento.
Sin embargo, hoy quiero profundizar en la dimensión social de la innovación y su valioso aporte a mejorar la calidad de vida de las personas, especialmente de los más vulnerables. A pesar de su escasa difusión, hoy son miles los proyectos y emprendimientos que están cambiando radicalmente la forma en que miramos la pobreza, al empoderar a la sociedad civil y entregar herramientas creativas para enfrentarla. Estos innovadores sociales se han transformado rápidamente en agentes de cambio, buscando abrazar causas que no solo agreguen sentido a sus propias vidas, sino a la de miles de familias vulnerables que se sienten postergadas y abandonadas en su vida cotidiana.
De esta manera, ha comenzado lentamente a desdibujarse el monopolio del Estado sobre la solución de los problemas sociales, lo que ha significado un importante e inesperado cambio de paradigma. La UDD, a través del Instituto de Innovación Social y la Aceleradora UDD Ventures, ha contribuido en forma activa a esta causa, impulsando y apoyando proyectos con sentido. Así por ejemplo, la empresa Algramo, con una máquina única en el mundo, permite vender a granel pequeñas cantidades de productos como detergente, arroz o legumbres en almacenes de barrios, justo ahí donde no hay supermercados; Ecolibros recolecta ejemplares para formar bibliotecas en lugares de alta vulnerabilidad social y Club Budeo, en Antofagasta, entrega a través del surf herramientas de vida a niños vulnerables y de paso, le cambia el rostro a su ciudad.
Se trata de una nueva forma de hacer las cosas y de aproximarse a los problemas, algo que los países necesitan para desarrollarse en forma equilibrada, permanente e integral. Estos son solo unos pocos ejemplos que debemos aplaudir y promover. Chile necesita más personas involucradas en este tipo de proyectos, porque ellos no solo permitirán entregar soluciones concretas y creativas a los problemas de siempre, sino que constituyen también una validación del concepto del emprendimiento como motor de desarrollo económico y social.
Esto requiere un compromiso de todos, pero especialmente de las universidades, al crear instancias concretas, donde los jóvenes puedan llevar ideas y convertirlas en acciones que tengan un impacto positivo en sus comunidades.