El combate a Isis
Pasadas tres semanas de los brutales atentados en París, las reacciones han seguido una lógica predecible. Junto con la inmediata respuesta de Hollande, al prometer una lucha ‘sin piedad’ contra ISIS, y del apoyo explícito de EE.UU. a incrementar las operaciones militares contra el Estado Islámico, también hemos observado la reciente aprobación del Parlamento británico para bombardear Siria. Por supuesto que el efecto de todo esto será, cuando mucho, marginal.
Organizaciones como ISIS no pueden ser derrotadas por la fuerza. El descalabro en Siria jamás será resuelto con bombardeos aéreos y suponer que lo será es fantasioso. Más aún, cada incremento en operaciones militares aumenta la probabilidad de causar muerte de civiles, lo que a su vez entrega mayores motivaciones a las poblaciones locales para unirse a organizaciones como ISIS y mantener el ciclo de violencia terrorista.
Consecuentemente, es necesario entender cuatro cosas: primero, la lucha contra el terrorismo es una lucha por la narrativa, las ideas y los valores. Y la respuesta occidental debiese ser, paradójicamente, mayores grados de democracia, de libertad, de integración y de defensa irrestricta al multiculturalismo. Segundo, el conflicto en Siria debe comenzar a resolverse siguiendo un criterio político. El plan del ministro ruso Lavrov (llegar a acuerdo al 1 de Enero de 2016 y elecciones 18 meses después), parece a primera vista razonable. Tercero, la libertad de expresión en Europa tiene límites, y estos se encuentran, por ejemplo, en discursos de mezquitas que fomentan la división y el odio, pero también en partidos de extrema derecha que aprovechan la situación actual para publicitar su xenofobia y racismo. Ambas expresiones debiesen combatirse con fuerza y valentía. Y cuarto, la derrota del terrorismo implica un esfuerzo a largo plazo, donde debiesen privilegiarse políticas de desradicalización e integración, por sobre el intento (simbólico) de arrasar con un país que se encuentra sumido hace 4 años en una guerra civil.