Fair Play
Hoy hablar de Sergio Jadue y la ANFP es el deporte nacional. Incluso para quienes no somos tan adeptos al fútbol es imposible no tentarnos de hacerlo. Pero más allá de todo el tema judicial, y los hechos que día a día nos sorprenden, lo ocurrido en el fútbol chileno es una muestra más de la debilidad que aún existe en algunos gobiernos corporativos de nuestro país.
Instituciones públicas, corporaciones, entidades privadas y otras varias involucradas en problemáticas judiciales; en todas ha existido un triste patrón: deficiencias en el actuar de los directorios. Y es que tanto en los delitos de colusión, los escándalos financieros, en el financiamiento irregular de la política, en todos se ha puesto de manifiesto el actuar pasivo de muchos directores, personas que no han estado a la altura y que han terminado con altos costos de reputación para sus firmas u organismos.
Cada uno de estos casos, incluido este último del fútbol criollo, son una real oportunidad para debatir en serio al interior de cada empresa u organismo. Hacer la introspección y hablar respecto de los roles del directorio y la gerencia al interior de cada compañía, a quiénes se deben como organización, qué cosas se están haciendo bien y en cuáles se ha hecho la vista gorda.
Para las autoridades también hay varias lecciones que sacar. En el caso ANFP, una Corporación de Derecho Privado, sin fines de lucro, la primera enseñanza es que, al menos, se debe tener más de un ojo sobre una organización que con la construcción de estadios o por la formación de deportistas, recibe dineros públicos. Además del ingreso y movimientos de dineros que pasaron sin filtro, tanto por el SII, como del Ministerio de Justicia.
Cómo puede la ANFP resguardar los intereses globales del planeta fútbol (equipos, hinchas, deportistas, accionistas, comunidad etc.) si su directorio solo está compuesto por los dirigentes de los equipos. Equipos que velan por los intereses de sus dueños o de sus accionistas según sea el caso. Da para pensar que lo de la ANFP se parece mucho a una mutual, y como tal debiera justificar que agrega más valor social, mutualizada, manejando con transparencia, accountability y eficiencia sus relaciones con sus socios-clientes.
La aparición de estos organismos en el debate es más bien una respuesta mediática a una falta evidente: el rol fiscalizador, regulador, se debe cumplir siempre y en todo ámbito. Extrapolando esto a los otros casos emblemáticos, también podemos hablar de lo que ocurre con la SVS, que, de no ser por su exitosa estrategia de promover la delación compensada, tendría varios goles de media cancha en materia de colusión.
La existencia de directores independientes debe ser ahora ya. Es una buena práctica universal que está tardando demasiado en nuestro país, pero es el paso primero para mecanismos claros de control, para una efectiva transparencia, para una correcta rendición de cuentas. Estos últimos son tres factores que a todas luces se pasaron por alto en el directorio del organismo rector del fútbol chileno y que, por ello, los hace acreedores, con justicia, de una merecida y bien ganada tarjeta roja, que los deje fuera del futuro de este organismo.