Aprovechemos el año de la productividad
La Presidenta ha declarado que 2016 será el Año de la Productividad. Esta es una muy buena noticia, por cuanto permitirá colocar el foco en uno de los problemas más severos que enfrenta la economía chilena. El Gobierno ha anunciado una reasignación de recursos presupuestarios hacia la Agenda de Productividad, lo cual es una señal concreta, pero riesgosa e insuficiente. Riesgosa, por cuanto se puede terminar malgastando recursos fiscales, e insuficiente, por cuanto el problema de fondo no es la falta de recursos públicos orientados a este propósito. La principal tarea pendiente radica en fortalecer un entorno que sea propicio para que puedan desarrollarse nuevos proyectos de emprendimiento, y para que las empresas vean en la innovación una necesidad imperiosa para subsistir. En este sentido, será fundamental avanzar en la línea de lo señalado por el ministro Céspedes, en cuanto a que para tener más innovación se va a requerir más competencia y más mercado, pero también se deberá prever que las regulaciones no se conviertan en una pesada mochila para los emprendedores.
Sin perjuicio de la relevancia que de por sí tiene la señal de preocupación por el tema de la productividad, se debe ser muy cuidadoso con la forma de abordar esta materia.
Uno de los problemas, ya señalado, se refiere a la tentación de centrar la agenda en crear nuevos programas de apoyo y de aumentar el presupuesto de las agencias estatales. Al respecto, cabe señalar que este año 2015 la ejecución presupuestaria ha sido bastante lenta, existiendo el riesgo evidente de que con tal de cumplir con las metas comprometidas en la ley de presupuestos se termine entregando recursos a iniciativas que, o no lo ameritan, o bien no lo necesitan, porque se trata de proyectos que se realizarían con o sin ayuda estatal. Aumentar el presupuesto a través de los programas más tradicionales -que ya han crecido bastante-, sin una evaluación más actualizada acerca del impacto que están teniendo en las conductas que se desea promover, arriesga un mal uso de los escasos recursos fiscales.
Un segundo problema se refiere a que los partidarios de las políticas industriales encuentran en este tipo de coyunturas un terreno bastante fértil para sus propuestas de intervenciones selectivas, bajo la lógica de que lo que se debe hacer es propender hacia una mayor diversificación de nuestra matriz productiva, aumentando la “complejidad” de los sectores más dinámicos, a partir de la premisa de que el mercado carece de la visión suficiente como para hacerse cargo de esta tarea. No cabe duda de que los importantes avances que se han registrado en el país en materia de emprendimiento e innovación constituyen una buena base para dar un nuevo salto en materia de ganancias de productividad, lo cual permitirá agregar valor incorporándose de mejor forma a las tendencias dominantes en una economía globalizada, donde la capacidad de generar conocimiento y de transformarlo en nuevos productos y procesos han pasado a ser el factor clave. Pero no debe ser el Estado el que decida cuáles son los sectores que se deben potenciar, sino que se debe dejar esa tarea al mercado, que por esencia es donde está radicada la mejor información, y donde se cuenta con los incentivos adecuados para embarcarse en nuevas iniciativas. Ni el más calificado grupo de expertos, motivado por las mejores intenciones, podrá reemplazar al mercado en esta tarea. Por cierto, hay áreas en que la presencia de externalidades genera espacio para alguna intervención estatal que corrija el efecto de esta distorsión, y también hay ámbitos en los que es posible detectar asimetrías de información y fallas de coordinación entre agentes que hacen aconsejable la participación de alguna entidad pública para “tender puentes” que faciliten la conexión de esos “caminos cortados”, que entraban el tránsito más expedito requerido por emprendedores e innovadores. Pero en ningún caso las iniciativas públicas deben reemplazar el insustituible rol que desempeña el mercado como mecanismo para asignar los recursos en la economía. Obviamente, para que esto sea posible es fundamental contar con mercados en los cuales prevalezca un alto nivel de competencia entre los actores incumbentes, y que a la vez estos mercados puedan ser “desafiados” por nuevos entrantes que quieran participar introduciendo nuevos productos o incorporando nuevos procesos. Y en la creación de condiciones para contar con mercados desafiables y competitivos, el Estado está llamado a desempeñar un rol que es insustituible. El ministerio de Economía tiene una importante labor que desarrollar en esta línea, eliminando trabas y generando una cancha más pareja para todos.
Un área adicional que se debe aprovechar de abordar en el Año de la Productividad es en lo referido al fortalecimiento de la institucionalidad en el ámbito de la ciencia, tecnología e innovación. A la propuesta de consenso que el año 2013 entregó la Comisión Asesora Presidencial convocada por el ex presidente Piñera se sumó este año el informe elaborado por la Comisión Asesora nombrada por la presidenta Bachelet, de manera que hay material de sobra para seguir avanzando. Y la discusión no debe centrarse únicamente en la creación de un nuevo ministerio para el sector, sino que muy especialmente en el establecimiento de criterios de gobernanza y de operación más modernos para las agencias estatales de apoyo en este ámbito. Lo ocurrido con Conicyt durante 2015 fue la gota que rebalsó el vaso en cuanto a fallas en su forma de operar, quedando además aún más claro que su dependencia del ministerio de Educación es una mala solución desde el punto de vista del ordenamiento institucional del sector. Asimismo, la Comisión de Productividad que formó el Gobierno debe asentarse sobre bases más sólidas, de manera de poder convertirse genuinamente en una agencia independiente del gobierno de turno, con capacidad e iniciativa para desarrollar su propia agenda de trabajo, y rindiendo cuentas de su labor tanto frente al Congreso como ante la ciudadanía, en un marco de absoluta transparencia. Si se logra avanzar en el camino del perfeccionamiento de la institucionalidad del sector, se habrá dado un importante paso.