El sueño chileno
Siempre hay un espíritu que mueve a las sociedades, un anhelo o creencia que explica por qué el esfuerzo y sacrificio cobra sentido. Para muchos es la búsqueda de una mejor situación para sus familias, esa búsqueda de progresar, salir adelante, y que se visualiza en que nuestros hijos tengan mejores oportunidades de las que nosotros tuvimos.
Por eso en este estudio del diario PULSO y la UDD se quiso revisar en qué estado está el sueño chileno, visto desde tres dimensiones como son educación, trabajo y oportunidades. Así, le pedimos a las personas entrevistadas que usando su propia experiencia y realidad nos dijeran si mirando cada una de estas dimensiones sentían que se cumplía o no la promesa de progreso que constituye el sueño chileno.
En materia de Educación se grafica con fuerza el salto cuantitativo de las últimas décadas, cuando un 82% dice tener un mejor nivel de educación que el que recibieron sus padres. Aquí se expresa el explosivo aumento de cobertura escolar y universitaria que llevó a que en miles de hogares se dejara de mirar la educación superior como algo inaccesible, y se viviera la irrupción de esa primera generación de profesionales, realidad compartida a lo largo de nuestra sociedad.
Ahora al mirar la continuidad de la promesa hacia el Chile que enfrentarán sus hijos, un 41% espera que esa mejora continúe, al decir que esperan que sus hijos los superen en cuanto al nivel de educación que recibirán y un 19% que mantendrían o igualarían al de sus padres, es decir, un 60% ve el futuro de sus hijos en materia de educación con optimismo.
En el mundo del trabajo el sueño chileno se expresa también, a través de la expectativa de acceder a mejores trabajos y mejor remunerados. Así los entrevistados, al mirar el pasado de sus padres y compararlo con su actual realidad, dice que está mejor en un 72%. Esta es un cifra muy alta y que nuevamente tiene su correlato en el mejoramiento de los niveles de ingreso y el acceso a mejores trabajos, producto de la mejor educación recibida durante estos años. En un periodo muy corto de tiempo para un país, en menos de una generación, hemos vivido cambio sustantivos, pasando de ser un país relativamente pobre a uno que mira el desarrollo desde una posición expectante, dejamos de compararnos con nuestros vecinos latinoamericanos para usar a la OCDE como nuestro parámetro para todo indicador de progreso social.
Cuando a las personas les preguntamos sobre sus hijos y la realidad del mundo del trabajo que ven para ellos un 42% cree que será mejor que el que viven ellos hoy y un 21% que será igual. Repitiendo esa sensación de optimismo hacia el futuro compartida por un 63% de los entrevistados.
Se ratifica esa comparación tan favorable en materia de oportunidades cuando se mira hacia el Chile del pasado en comparación con el actual: un 83% de los encuestados cree que tuvo mejores oportunidades de las que tuvieron sus padres. Pero miran con mayor escepticismo el futuro en esta dimensión: sólo un 36% cree que sus hijos contarán con mejores oportunidades y un 24% con iguales oportunidades.
Es mayoritaria y contundente la sensación de que el sueño chileno se ha cumplido en estos años, y fue para muchos la promesa que justificó sacrificios y esfuerzos por un mejor futuro para sus familias. Pero como a muchos países que se acercan al desarrollo y sobre todo aquellos que como Chile se encuentran en un nivel de ingresos medios, asoma la duda y cierto escepticismo si esto podría continuar hacia el futuro. Pero lo que parecía tan claro como que una mejor educación aseguraría el futuro, hoy es un tema a debatir, quizás porque salir de la pobreza para una familia o para un país era una motivación ética y épica que no ha tenido reemplazo.
La irrupción de un Chile de clase media, muy distinto en necesidades y demandas al de hace treinta años atrás, llevará sin duda a que se actualice lo que es este Sueño Chileno, entendido como el motor necesario de nuestra sociedad para consolidar el desarrollo.