En la confianza está el peligro
A poco más de una semana del último escándalo empresarial, parece que todo está dicho y la indignación, la del ciudadano de a pie, autoridades, gremios, incluso la que dice tener Eliodoro Matte con sus ex ejecutivos y consigo mismo, está instalada. Y costará trabajo, al menos, mitigarla. Más allá de cómo se gestó la colusión entre dos empresas fabricantes de papeles higiénicos tissue y similares, es sencillamente un descalabro que una de las familias empresarias con más prestigio ético que ha generado valor en Chile mucho más allá de sus negocios y ha promovido la discusión de los temas país, esté involucrada en uno de los peores delitos contra la libre competencia.
Esto, sumado a que la denuncia se origina en otro país y que deja un poco en duda la presteza de nuestras autoridades -sin dejar de reconocer el notable rol investigativo, riguroso y profesional de la Fiscalía Nacional Económica (FNE)- viene a poner el timbre de reprobado a nuestro sistema de gobierno corporativo.
No sigamos defendiendo lo indefendible, tenemos un problema que trasciende a tal o cual empresa, grupo o institución. Los gobiernos corporativos no están a la altura de lo que se debe esperar de las empresas en Chile.
Por el contrario, a la denominada «crisis de confianza» de la que todos hablan, me parece que lo que nos está impidiendo ver el bosque es el exceso de «confianza en la confianza». Llevamos 40 o más años buscando a ese «igual a mi», que «piensa como yo», «comparte mi postura ideológica y religiosa», que «se educó en el mismo lugar que yo», para hacerlo depositario de toda mi confianza, la misma que niego por principio a todos los desiguales.
Haga el ejercicio de revisar los directorios de las empresas del Ipsa en Chile y vea cómo están conformados. Mismas carreras, mismos colegios, mismo género. No hay «otros», son todos un espejo de ellos mismos. Espejo que ha estado empañado por la autocomplacencia y porque desconfiar en «mis iguales» sería una especie de flagelación.
Si queremos de verdad salir de este embrollo necesitaremos mucha valentía para reconstruir nuestras estructuras de confianza y reinventar los paradigmas que nos han llevado a definir en quién puedo confiar y en quién no. Debemos ética, moral y profesionalmente ser capaces de reflexionar en torno a los criterios que nos determinan a la hora de escoger a aquellos que tendrán la responsabilidad de gobernar una empresa. Avanzar implica salir de los directorios de iguales y construir institucionalidad con los más idóneos, probos y preparados, independiente de su procedencia y sobre todo de su grupo de referencia.
También se necesitará mucho coraje para romper con los winners, esos chicos listos que le facilitan la vida, aparentemente, a los directorios al hacerse cargo de resolver todos los problemas pero que no están a la altura de un mercado con reglas claras y en donde se juegue limpio. Es lamentable, pero en todos los escándalos que nos ha tocado presenciar, son altos ejecutivos movidos al parecer por bonos millonarios los que han estado disponibles para orquestar estas historias y han sido los directorios de esas empresas los que han dejado hacer, no han querido ver ni se han atrevido a preguntar, ni menos a preguntarse. Con conocimiento o no. A estas alturas, poco importa. La confianza está rota y el daño, hecho.
Sin perjuicio de la entereza que habrán requerido las recientes declaraciones de Eliodoro Matte, pidiendo perdón a los chilenos lo que como sociedad debemos esperar es que la familia empresaria con una de las más impecables trayectorias de governance a nivel nacional esté a la altura de su historia: que tome acciones concretas y dé señales irrefutables de que se busca reparar y compensar a los consumidores afectados, y aún más, que salga jugando, que les demuestre a los empresarios chilenos cómo una dolorosa crisis puede motivar una profunda auto-crítica y una oportuna lección para diversificar la estructura de la confianza corporativa.
