Derribando mitos
Durante la década de los 8o y 90 distintos grupos de personas, motivadas por hacer un aporte al país, decidieron crear nuevas universidades, ampliando significativamente el acceso a la educación superior en Chile y abriendo un nuevo abanico de oportunidades a millones de jóvenes hasta ese momento excluidos del sistema.
Desde ese entonces, las universidades privadas han hecho una contribución invaluable al sistema de educación en Chile. En las últimas décadas, hemos pasado de 214 mil alumnos en 1986 a un millón 200 mil en la actualidad, lo que nos pone en el promedio de los países de la Ocde; la cobertura del quintil más pobre se multiplicó por 8 desde 1990 y los ingresos de un joven egresado de la educación superior son en promedio, tres veces mayor que los de uno que sólo tiene cuarto medio.
Hoy los jóvenes sienten que tienen más oportunidades y que cuentan con más herramientas para cumplir sus sueños y metas, e incluso para romper el círculo de la pobreza. La clave de este salto cuantitativo y cualitativo ha sido contar con un sistema diverso, que permite acceder a distintos proyectos educativos, recogiendo los intereses y capacidades de los alumnos. Vital en esta tarea ha sido el reconocimiento de la autonomía institucional y la libertad de elección.
Lo que nadie puede objetar es el tremendo aporte de las universidades privadas al Chile actual, que se extiende a todas las áreas y ha permitido dejar una huella en millones de jóvenes que hoy se desempeñan con éxito en los más diversos ámbitos del quehacer nacional.
En virtud de esto es necesario derribar mitos y asumir algunas realidades. Hoy, el total de las universidades privadas nacidas después de 1980 concentran el 53% del total de la matrícula de pregado. En tanto, los alumnos del grupo de universidades privadas adscritas al Sistema Único de Admisión (G8), obtienen puntajes que superan a todos los demás grupos, incluyendo a las privadas y a las estatales del Cruch.
Y un dato importante: un 25% de los egresados de colegios municipales y un 55% de los particulares subvencionados se matriculan hoy en las universidades privadas nacidas en los últimos 35 años, que así acogen a un gran número de jóvenes estudiantes de alta vulnerabilidad.
Por todos estos motivos, creemos que ningún esfuerzo es excesivo para defender los logros que hemos alcanzado. Nuestros alumnos son los mejores testigos de nuestra vocación de formar profesionales íntegros, con identidad y capacidad crítica.
Los avances conseguidos en los últimos 3 5 años y que cuentan con amplio reconocimiento de expertos internacionales, hubiesen sido inalcanzables en un sistema carente de libertad y con instituciones de educación superior dependientes de la voluntad del Estado. Hoy el sistema, tal como lo conocemos, está en riesgo.