Wrong Way
Gratuidad, gobierno triestamental, derecho social, fijación de aranceles, homogeneización, control del Estado, patines, etc. Un hiper resumen de la propuesta de educación para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Una perfecta contradicción; recetas fracasadas del pasado para enfrentar el desafiante futuro.
Cuando Chile se planteaba jugar en las grandes ligas, transformar su liderazgo regional en una participación relevante a nivel global y cuando existía consenso sobre el rol de la educación en esto, se pierde la oportunidad de plantear una mirada de futuro. Mientras en el mundo la discusión transita por conceptos como calidad, aprendizaje, innovación en educación, modelos flexibles y adaptables conexión con la industria, investigación con impacto; cuando la discusión internacional tiene que ver con cómo la educación escolar prepara a los ciudadanos del siglo XXI y cómo las universidades enfrentan el desafío de aumentar su impacto, incrementando significativamente la importancia de la tercera misión, en Chile estamos pegados en un discurso decimonónico.
Tuve la oportunidad de visitar algunas universidades en México, no en Finlandia ni Alemania. En México, un país con problemas y vicios parecidos a los nuestros. Descubrí universidades que están dando la pelea por generar proyectos de excelencia a nivel mundial planteándose grandes desafíos y desarrollando innovadoras propuestas universitarias que apuntan a contestar las grandes incógnitas que depara el siglo XXI. En México vi un Estado interesado en que esto ocurra. En Chile, en vez de estar generando los incentivos para que proyectos existentes puedan mejorar y ser más competitivos a nivel internacional para que nuevos proyectos e ideas florezcan y exista más diversidad, nos entretenemos en una conversación de pasado con olor a naftalina, donde nos damos gustitos ideológicos, y nos olvidamos que los otros siguen corriendo, y rápido.
Todo esto no ocurre porque no haya conciencia de lo equivocado del camino escogido, sino por la falta de carácter de líderes de opinión que, teniendo palabras claras y categóricas en privado respecto de los errores que se están cometiendo, no tienen la valentía para levantar la voz y manifestar con claridad que vamos en la dirección equivocada.
A esta altura la única esperanza está en que los muchos que ven con claridad estos errores salgan de su zona de confort y se atrevan a hablar con fuerza y claridad para poner un gran letrero rojo igual a los que encontramos en las carreteras de Estados Unidos y que advierten del peligro de la ruta tomada: Wrong Way