Muerte ordinaria de una mente extraordinaria
El Premio Nobel de Economía John Forbes Nash, -inmortalizado en la película «Una mente extraordinaria»- murió recientemente, tras una serie de eventos ordinarios: un ordinario accidente de autos, el no uso de un ordinario cinturón de seguridad, mientras el chofer del taxi donde viajaba intentaba una ordinaria maniobra de adelantar a otro vehículo.
Después de toda la mística alrededor del matemático extraordinario que no solo destacó por su trabajo sino que también sobresalió en su lucha contra la esquizofrenia que padecía, queda una sensación de vacío ante la mortalidad del mito y ante la grandeza perdida de una lucha contra lo ordinario.
Tal circunstancia nos hace reflexionar sobre la confrontación entre lo ordinario y lo extraordinario, y si acaso existe, dónde radica el equilibrio de Nash en semejante confrontación. La lucha de Nash contra la esquizofrenia era constante y, minuto a minuto, se enfrentaba a sus visiones y a enmarañadas conspiraciones imaginarias.
Otra de sus batallas fue la decisión entre tomar medicamentos que anulaban su pensamiento creativo o simplemente no tomarlos, dando rienda suelta a su mente para bien o para mal. No se puede ni siquiera imaginar tal nivel de estrés en la vida de este ser humano. Nuestras luchas parecen insignificantes ante tanto despliegue de valentía y voluntad. Nash representaba el poderío de la mente para vencer lo ordinario, un símbolo que invitaba a desprenderse de mediocridades propias y obviar las ajenas en busca de metas superiores.
Ciertamente, la vida del matemático indica que él no buscó el equilibrio en la confrontación ordinario-extraordinario. Él simplemente buscó ganar el premio mayor y por eso es que muchas personas se identificaron con su lucha, más allá de si comprendían o no su trabajo.
La muerte de Nash es un recordatorio de que lo ordinario existe y puede matarte, pero su vida es una invitación a la grandeza.