¿Para dónde vamos?
En un país como Chile, lo que el gobierno dice o no dice tiene mucha relevancia. No sólo por el enorme poder ejecutor que tiene, sino también porque en nuestro país lo que plantea el gobierno termina siendo una señal muy potente que define el camino que estamos tomando.
Cuando revisamos la discusión política de los últimos meses, y lo que se proyecta hacia adelante, veo con preocupación que el gobierno está perdiendo la oportunidad de instalar temas de futuro que respondan al debate que debemos tener sobre cómo construir una nación aún más próspera que ofrezca más y mejores oportunidades a todos sus ciudadanos.
Temas como el crecimiento, la productividad y la competitividad; la ciencia, la innovación y el emprendimiento, la integración universidad-empresa; la modernización del Estado, la integración al mundo, el desarrollo de capital humano y la atracción de talento, la lucha contra la corrupción, la descentralización, la ampliación de las libertades, entre otros, son todos temas que uno quisiera se tomaran la agenda de discusión pública particularmente en un país que ha sido exitoso en una primera etapa de desarrollo y que tiene ahora el desafío de proyectarse al mundo como una nación líder.
No digo que el gobierno no tenga ideas o proyectos en estas líneas. Ciertamente las tiene, sin embargo, lo importante son los énfasis los acentos, las prioridades. Da la sensación que éstos y otros temas claves para el desarrollo futuro de Chile están en un segundo plano.
Lamentablemente hemos estado entrampados ya sea en temas coyunturales o temas que suenan más bien al siglo XIX. El caso Caval, el caso Penta, la titularidad sindical o el aumento del gasto público, la compra de infraestructura escolar por parte del Estado o el aumento de impuestos, una nueva constitución o el crecimiento del parlamento. No digo que todos estos temas no deban ser debidamente abordados; reflexiono sobre el eje central de la discusión pública y el mensaje que se transmite. Este gobierno y los próximos deberían construir un relato de futuro, de progreso y mostrar un camino a seguir en un lenguaje simple y moderno, de acuerdo a los desafíos del siglo que nos toca vivir.
El gobierno actual tiene la oportunidad de marcar una línea de conversación pública de futuro, que levante los grandes temas nacionales convocando a toda la sociedad civil a tener una reflexión desideologizada donde prime lo práctico y se imponga el sentido común, las buenas prácticas y la capacidad de llegar a acuerdos sostenibles en el tiempo que representen bien al país que somos.