Potenciemos el emprendimiento social
Impresiona constatar cómo el emprendimiento continúa ganando adeptos en el país. A pesar del enfriamiento que está evidenciando la economía chilena, el número de nuevas empresas constituidas el año 2014 fue de casi 100 mil, signo evidente del potencial emprendedor que existe en el país. Cifras de esta envergadura validan los resultados del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) que ubica a Chile como uno de los países con una más alta tasa de emprendimiento a nivel global. Esta posición, sumada a las favorables condiciones para emprender que existen en nuestro país desde el punto de vista institucional, dejan a Chile en una situación inmejorable para consolidarse como plataforma regional de emprendimiento e innovación.
Paradójicamente, esta ola emprendedora que se está haciendo sentir cada vez con mayor fuerza en todos los rincones del país contrasta con la mirada escéptica que algunos sectores mantienen sobre el tema del emprendimiento, muy influenciados por la demonización que se ha hecho del concepto de lucro en el debate público. Hay una errónea asociación entre lucro y abuso que motiva la actitud de rechazo que algunos sectores tienen hacia el emprendimiento como fuerza motora del desarrollo económico y social. Romper con este mito es una tarea que requiere trabajo adicional en distintos frentes.
Ya no basta con mostrar evidencia que muestre la disímil evolución que ha tenido el nivel de vida en los países que han optado por el camino de confiar en la capacidad creadora de su gente para que puedan desarrollar iniciativas y proyectos que agregan valor a la economía y que generan empleos para la población, en comparación con aquellos que se han caracterizado por ahogar la iniciativa privada. Tampoco es suficiente generar condiciones para que los mercados sean «desafiables» por nuevos actores. Se requiere de algo adicional, que llegue a las personas en forma más directa, para derribar mitos y borrar prejuicios. Desde esta perspectiva, el emprendimiento y la innovación social pueden jugar un importante rol.
La idea de emprender «con sentido» es un concepto que en forma progresiva está ganando adeptos en todo el mundo, sin renunciar al uso de las herramientas que son propias del manejo empresarial para buscar eficiencia en el uso de los recursos disponibles. Este concepto de emprendimiento social aplica a proyectos que pueden o no tener fines de lucro, pero que están orientados a abordar problemas que ni el Estado ni el sector privado tradicional han podido resolver adecuadamente.
Chile no está ajeno a esta ola que recorre el mundo, habiendo un creciente número de jóvenes que desean contribuir al país por esta vía. Debemos aprovechar la oportunidad para convertir también a Chile en polo regional del emprendimiento y la innovación social. La iniciativa de Corfo de abrir un concurso para postular a fondos orientados al financiamiento de emprendimientos sociales junto a la iniciativa de los diputados Felipe Kast y Maya Fernández para crear un marco legal que permita el desarrollo de empresas «con propósito», que se suma a una idea con similar orientación que está siendo trabajada en el ministerio de Economía, son todas señales positivas que van a permitir crear mayores espacios para que a través del emprendimiento, un mayor número de personas se convierta en los agentes de cambio que Chile necesita. Las universidades también debemos contribuir, generando estudios y espacios de reflexión para fomentar este tipo de iniciativas.