Impuestos verdes: Incentivo a la innovación
La reforma tributaria trajo consigo una carta bajo la manga: los impuestos verdes, una tendencia a nivel mundial pero contraria a lo que está ocurriendo en otros países de América Latina.
Los argumentos en contra de este tributo giran en torno a la pérdida de competitividad que implicaría para las empresas -que sin estos impuestos ya venía cayendo-, principalmente por los altos costos que se introducirían en sus balances a nivel de energía.
Estos lineamientos son similares a los que usan los republicanos en Estados Unidos y los conservadores en Australia. En esos países, los impuestos verdes han llevado a dos fenómenos: en el corto plazo disminuyen la competitividad, pero en un tiempo mayor generan distintos beneficios.
En Australia, por ejemplo, nueve de cada diez empresas se han visto afectadas por estos impuestos; sin embargo, en el área manufacturera se ha promovido el uso de fuentes energéticas menos contaminantes y la renovación de equipos para incrementar sus eficiencias, gracias a fondos que el propio gobierno asigna provenientes de estos impuestos. Y en Estados Unidos se está adoptando una política industrial que permita repatriar parte de la producción que venía de Asia en suelo propio, apoyados por el menor costo del shale gas.
En ambos casos, la industria ha internalizado que la innovación en nuevas tecnologías tiene que ir acompañada de la incorporación de nuevas competencias al quehacer de las compañías.
Esto implica, en el largo plazo, un incremento en competitividad, junto con la generación de empleos y un mejor capital humano. La innovación debe transformarse en el motor de una nueva revolución industrial.
Esto, además, es contrario a lo que plantean republicanos y conservadores respecto a que este tipo de medidas implican pérdidas en los puestos de trabajo, algo que es cierto, pero en las industrias más contaminantes.
En este sentido, la minería se enfrenta a un doble desafío: debido a la caída en la ley del mineral, se requerirán mayores consumos en energía para mantener la producción y dar abasto a la demanda. En este escenario se tienen dos opciones: hacer presión al gobierno a través de los gremios o ser innovadores y entrar, por ejemplo, de lleno al autoabastecimiento por medio de fuentes renovables (algo que ya se está haciendo), y complementarlo con temas como la eficiencia energética.
En este escenario, para impulsar la innovación, la minería y otras industrias intensivas en el uso de energía deben contar con mejor capital humano. Esto va más allá de tener los técnicos que faltan para mantener el funcionamiento de la industria, sino que de profesionales capaces de innovar, como ya se hace en Australia y Estados Unidos.