La mano invisible de Eyzaguirre
El ministro de Educación ha explicado que el tema de la calidad se dará por si solo una vez que se apruebe la reforma. Es decir, para él, resuelto lo macro, será posible abordar lo que parecería, según su analogía, lo micro.
Pero, ¿qué sería la macro? Acabar con el copago, eliminar todo requisito de rendimiento o conducta para la selección de postulantes, fin de los liceos de excelencia, obligación de los colegios de constituirse en corporaciones o fundaciones, establecimiento de un sistema de intervención educacional que limita significativamente la libertad de enseñanza, creación de un sistema de financiamiento que no necesariamente compensará el aporte actual de las familias, transformación del Mineduc en una fuente de compra de establecimientos, integración de alumnos con necesidades especiales sin que esto necesariamente involucre ajustes a la educación especial y recursos, etc., etc.
¿Por qué? Muy simple: el interés por la igualdad es el eje central. No solo se quiere eliminar el lucro, sino que se busca evitar toda suerte de diferencia.
Ahora bien, es contradictorio que Eyzaguirre cuando se le pregunta si debieran prohibirse los colegios privados que tienen lucro y/o seleccionan, responda tan evasivamente, señalando que si hay gente que tiene los recursos «para pagar por sí mismos, aún con la advertencia hecha por el sector público de que no es una buena idea el lucro en la educación, allá ellos». Si es verdad que «allá ellos», entonces se quiere un país escindido en dos: el público y el privado. Dada la base ideológica de la reforma —con derechos universales e igualitarios de los cuales nadie, ni ricos ni pobres, puede quedar excluido—, lo lógico es que el segundo objetivo sea eliminar toda diferencia pública o privada.
El sueño de Eyzaguirre es que eliminando el copago y la selección en los colegios subvencionados será posible resolver las diferencias de rendimiento que hoy apreciamos. El problema es que muy probablemente se amplíe aún más la brecha entre privados y subvencionados, luego, el paso necesario y evidente consiste en avanzar hacia eliminar toda excepción y en consecuencia, eliminar este tipo de colegios.
¿Asegura la estatización de la educación que mejore la calidad? No. Por lo pronto, será el vehículo perfecto para que los profesores puedan adquirir aun mayor poder de negociación y para que parte de los fondos recaudados de la reforma les reditúe lo máximo posible.
No deja de ser sorprendente que no se entienda que los avances en calidad pueden lograrse sin este tipo de reformas. Por ejemplo, la evidencia sobre el involucramiento de los padres en la educación primaria y secundaria de sus hijos es crucial para el desempeño de estos en el colegio, como asimismo es clave la educación preescolar para el rendimiento futuro, sin olvidar la enorme literatura en psicología educacional, que nos provee antecedentes para el mejoramiento en el aula, que es donde está el problema central de la calidad.
En resumen, todo apunta a que la reforma de Eyzaguirre busca cumplir un propósito ideológico, antes que resolver el problema de fondo.