Ernesto Silva, fundador y rector universitario
Hoy es un día muy especial para quienes conformamos la comunidad de la Universidad del Desarrollo. En presencia de alumnos, académicos, colaboradores y amigos descubriremos la estatua que conmemorará a nuestro primer rector, Ernesto Silva Bafalluy, quien murió en agosto del 2011.
La estatua, confeccionada por el destacado escultor Ernesto Barreda, y la plazoleta que la circunda, diseñada por el arquitecto Yves Besançon, están ubicadas en un lugar muy destacado de nuestro campus de San Carlos de Apoquindo, que hoy lleva el nombre de Ernesto.
Ernesto Silva B. hizo muchas cosas destacadas durante su vida. Fue gerente de diversas empresas en los sectores público y privado. Pero el proyecto que más lo motivó por lejos, fue la Universidad del Desarrollo.
Un grupo de cinco amigos, cuatro de los cuales estaremos presentes en esta ceremonia, fundamos hace ya casi veinticinco años, en Concepción, la Universidad del Desarrollo, que recibió a sus primeros cien alumnos en abril de 1990. Ernesto Silva Bafalluy fue rector desde el primer día y siguió siéndolo hasta el momento de su muerte. Los fundadores sabíamos que solo su visión, capacidad y, especialmente su determinación y entusiasmo podían lograr que este sueño de crear una gran universidad se hiciera realidad.
Durante sus veintidós años a la cabeza de la UDD, volcó en este proyecto todo su talento y su capacidad emprendedora. Quiso imprimir un carácter distintivo a todos los alumnos que pasan por la UDD. Para eso, ideó tres cursos obligatorios para los estudiantes de todas las carreras y los llamó «cursos sellos». Estos fueron Emprendimiento y liderazgo, Responsabilidad pública y Ética. Sin embargo, fue su testimonio de vida lo que de verdad marcó a nuestra universidad y a sus alumnos.
El empuje de Ernesto Silva llevó a que la universidad, después de una década en Concepción, donde continúa creciendo, abriera en Santiago y construyera después su campus principal en San Carlos de Apoquindo. Años más tarde tuvo también la visión de asociarse con la Clínica Alemana para crear una de las mejores facultades de Medicina de Chile. Gracias a su determinación, hoy la Universidad del Desarrollo, con sus dieciséis mil alumnos, se transformó en una de las grandes universidades privadas del país.
Nada enorgullecía más a Ernesto que saber del buen desempeño de nuestros egresados.
Cuando sus familias y empleadores reconocían el «sello» de la UDD en nuestros profesionales, Ernesto Silva se sentía feliz. Sentía que su esfuerzo de años había valido la pena.
Para todos nosotros la ausencia de Ernesto ha dejado un vacío imposible de llenar. Ha sido muy difícil para nuestra comunidad UDD enfrentar los innumerables desafíos de los últimos años sin su liderazgo.
Lo echamos de menos. Nos hace falta todos los días. Y no solo en la vida diaria de la UDD. Nos hace falta también su voz, su claridad, su fuerza y su liderazgo en el debate sobre educación superior que estamos teniendo hoy en Chile.
Ernesto Silva Bafalluy defendía con decisión el rol que las diferentes universidades privadas han jugado en el desarrollo del sistema de educación superior chileno y sostenía que fueron ellas las que resolvieron el problema de cobertura que las tradicionales no pudieron abarcar. Cada una con sus diferencias y aportes únicos. Así mientras algunas destacan por su calidad compitiendo por los lugares de privilegio con las mejores tradicionales, otras han cumplido con la importante labor de impulsar la movilidad social, posibilitando el ingreso de una primera generación de jóvenes de familias que hasta ahora nunca habían podido acceder a la universidad.
En palabras de Ernesto Silva, las universidades privadas le cambiaron la cara a Chile. Y reclamaba un ambiente propicio para los emprendedores dispuestos a dedicar su talento y esfuerzo a realizar un aporte a la educación, tal como él lo hizo.
Por todo su aporte a la educación superior chilena, Ernesto Silva Bafalluy merece esta estatua y mucho más. Éste es simplemente nuestro homenaje a alguien a quien debemos mucho, como universidad y como personas.
Son momentos también para expresar una vez más nuestro especial cariño a su viuda, María Cristina Méndez, y a sus hijos Ernesto, María Cristina, Luz María y Felipe diciéndoles que el recuerdo de Ernesto Silva Bafalluy, esposo, padre, y para nosotros gran amigo, permanecerá siempre en el corazón de todos y cada uno de los que formamos parte de la Universidad del Desarrollo.