De Piñera a Bachelet
Hace 1.460 días un representante de la centroderecha se convirtió en Presidente de Chile. Lo hizo luego de una de las catástrofes más grandes que ha vivido el país obligándolo a cambiar la hoja de ruta y a asumir los desafíos que requería la reconstrucción.
Fue un gobierno que despertó en su segundo tiempo con la incorporación de figuras políticas de peso y fue capaz de capitalizar lo logros técnicos que claramente estaba alcanzando, a tal punto que hoy cuando todas las instituciones políticas del país gozan de una pésima evaluación, su gobierno termina con una aprobación de un 50%. El desafío de Sebastián Piñera será mantener esa aprobación los próximos años. Para ello ha reclutado a sus colaboradores más cercanos y anunció la creación de un fundación para resguardar el legado de su administración.
El desafío de la centroderecha -más allá de ganar elecciones- será capitalizar la gran cantidad de personas que durante estos años aprendieron a ser gobierno, y que han demostrado que la alternancia en el poder favorece la consolidación de las democracias. Los partidos de derecha en Chile han demostrado que poseen institucionalidad y que, a diferencia del resto de sus pares latinoamericanos, pueden existir más allá de cualquier personalismo o caudillismo. Hoy los partidos más importantes ven cercana la renovación de sus directivas y no sorprendería que nuevos liderazgos dirijan a la centroderecha.
Ahora, la antecesora del Presidente Piñera, Michelle Bachelet vuelve a recuperar el sitial que pareciera la estaba esperando mientras permanecía como directora de ONU Mujeres. Carga un tremendo capital político; su empatía con los ciudadanos la ubican por sobre todos los demás actores políticos de su sector, y las expectativas de lo que será su segundo gobierno son realmente altas. Es por eso que las señales que nos entregue en las primeras semanas serán claves para aclarar los puntos que parecen más relevantes del futuro gobierno.
i) ¿Quién manda a quien? Las primeras señales que hemos percibido indican que será, al menos, complicado ejercer el liderazgo si este se contrapone con el sentimiento de «la calle» u otros actores. Antes de asumir su mandato hemos visto que diferentes presiones han hecho caer a cuatro subsecretarios.
ii) El permanente desafío de mantener las cifras macroeconómicas legadas por el gobierno anterior. Hoy Chile es mejor que como Bachelet lo entregó hace cuatro años, y será constantemente medida por los parámetros de empleo y crecimiento, que son dos de los capitales políticos del gobierno saliente.
iii) El porcentaje de promesas de campañas que podrá llevar a cabo, en especial las más emblemáticas: nueva Constitución, gratuidad en la educación y reforma tributaria. Varias de éstas ya comienzan a matizarse por los llamados a implementarlas.
iv) La convivencia de los partidos de la Nueva Mayoría. A diferencia del primer mandato de la Presidenta hoy forma parte del gobierno el Partido Comunista, que ya ha tenido fuertes discrepancias con la DC a raíz de la crisis de Venezuela.
Será clave determinar si el gobierno será capaz de alinear dos almas tan distintas. Habrá que esperar 1.460 días más.