Desatando nudos
Los desafíos programáticos del actual gobierno consisten en una serie de nudos muy complejos de desatar y que de lograrlo estaría en condiciones de abrir un nuevo ciclo para el conglomerado que podría extenderse por más de un período. Es decir, conseguir equilibrar las demandas contenidas en las reformas manteniendo los equilibrios políticos y económicos en los próximos años.
¿Por qué nudos? Porque se trata de arribar a soluciones que permitan combinar o balancear reformas que por una parte respondan a las expectativas y por otra que no generen desequilibrios económicos significativos. Dicho de otro modo, que mantengan un adecuado nivel de popularidad y al mismo tiempo que técnicamente sean adecuadas.
Y esto que parece razonable de alcanzar en un ambiente de pragmatismo no lo parece en uno de carácter dogmático. Más aún, cuando la popularidad, entendida como el menor número de manifestaciones callejeras, se transforma en el único norte de un gobierno.
En este caso éstos, los gobiernos, son presa de soluciones de corto plazo que no necesariamente son las correctas e incluso no logran satisfacer las demandas de quienes las hacen. Este es el motivo por el cual el populismo logra triunfos pero a la vez termina tejiendo su derrota.
Un ejemplo al respecto es la reforma educacional. Los recursos no llegaran hasta el próximo año, en consecuencia, más allá que el proyecto de reforma ingrese al Congreso durante los próximos meses, su entrada en operaciones será mucho más lenta. En este sentido, la explicación razonable, no obstante, el problema no es cuando entre sino cuál es el contenido de la propuesta. Y dicho contenido depende de las presiones que se ejerzan, particularmente de parte de los estudiantes, cuya radicalidad, al menos declarada, no es menor.
Luego, si la única voz escuchada es la de los sectores más radicales, los que por lo demás son los que normalmente se toman la calle, el balance técnico se verá fuertemente afectado. Pero el problema es más complejo.
Aun cuando se imponga el mas radical de los proyectos y finalmente se renuncie a toda consideración pragmática, surge un problema aún mayor, a saber: el reforzamiento de las prácticas de «hablar» desde la calle y no desde el Congreso y la Moneda para conseguir cualquier tipo de demandas.
Esto último reviste crucial importancia puesto que ejerce un efecto demoledor sobre las instituciones en la medida que incentiva a otros sectores a emplear iguales instrumentos. Luego, ¿es sostenible un proceso de demandas crecientes desde distintos sectores? En períodos de «vaca gordas» probablemente, pero dichos períodos no son permanentes.
En efecto, si las demandas y expectativas contagian otros sectores no hay reforma tributaria que aguante. Luego las señales que se den son cruciales.
Otro, ejemplo de nudo tiene que ver con las reformas políticas. Si bien hasta el momento lo que parece más evidente es el cambio de sistema electoral, dicho cambio o reforma tiene fecha de vencimiento. Es decir si ésta no está acordada en un plazo razonable, un año, es probable que se entrampe legislativamente.
De suceder esto, el gobierno podrá eximirse de responsabilidades, después de todo el o los culpables son otros (fórmula muy recurrida en política). No obstante, ello podría reflotar la tesis de que las instituciones no funcionan y la calle lo hace mejor, es decir una asamblea es la «mejor» opción.
Nuevamente, de primar la tesis de la popularidad más que el pragmatismo; de no contar con un equipo convencido de la inconveniencia de hacer uso de mecanismos extra-institucionales como la asamblea constituyente; y de carecer de una coalición dispuesta a defender su mandato en el Congreso, el resultado puede no ser muy auspicioso.
Con estos dos ejemplos, se quiere apuntar a que los desafíos no son menores, que se requerirá de una potente dosis de inteligencia práctica y decisión para cortar los nudos. Bachelet tiene a su haber un capital político de significativa magnitud, el que servirá en la medida que ello garantice el termino de un gobierno exitoso.