A cuatro años del 27/F
Este jueves se cumplen cuatro años del terremoto y tsunami que afectó a más de 20 mil localidades del país. Dado que el Presidente Piñera propuso la ambiciosa meta de tener el 100% de las viviendas reconstruidas en este plazo, se trata de una fecha significativa en la que gobierno y oposición se enrostrarán éxitos y fracasos. Como Coordinador Nacional de Reconstrucción Urbana del Ministerio de Vivienda (Minvu) hasta el 2011, dejaré la evaluación del proceso a estudios comparados internacionales -que ya destacan el caso chileno-, y me concentraré en las lecciones para un país que seguirá expuesto a desastres naturales.
Si se trata de evaluar los errores, el más grave es que nunca fuimos capaces de comunicar la complejidad de la tarea. El discurso e ímpetu de éxitos tempranos -como el inicio del año escolar-, sumado al optimismo post rescate de los mineros, redujo el proceso a una ciudadanía que unilateralmente exigía al gobierno el «delivery» de soluciones, cuando se trata de esfuerzos colaborativos. Como dijo una médico de Harvard trabajando en recuperación postraumática, «la respuesta del gobierno ha sido extraordinaria, el problema es que por muy bien que se haga el trabajo, una catástrofe sigue siendo una catástrofe». Esa complejidad del trauma social, de reconocer la pérdida y hacerse parte del luto, para desde allí iniciar la co-reconstrucción, no se comunicó, y se hizo muy difícil manejar expectativas una vez politizado el proceso con la fallida interpelación a la ministra Matte.
Otra lección tiene que ver con la descentralización, sus costos y desafíos. Se optó por hacer corresponsables a los más de 200 alcaldes, seis intendentes y equipos regionales involucrados. Esto permitió avances e innovaciones notables, pero también puso en evidencia la precariedad y urgencia de invertir en capital humano, particularmente en comunas rurales cuya complejidad supera su capacidad incluso en tiempos de paz. Una última lección del proceso es que logró poner en relevancia al diseño urbano como herramienta integral de desarrollo. Pese a no existir en la ley, el desarrollo de más de 150 planes maestros de reconstrucción permitió generar una cartera de obras al 2018, que con cerca de un 25% de avance, van más allá de la reposición de lo destruido y permiten proyectar a futuro ciudades y pueblos más resilientes y sustentables.
La apuesta del Presidente Piñera de poner metas ambiciosas probó ser efectiva. He participado en procesos de reconstrucción desde el Medio Oriente hasta Chaitén, y nunca vi equipos y funcionarios más apremiados y comprometidos con lograr los objetivos a tiempo. El mérito de poner metas no está necesariamente en cumplirlas, sino en desafiar al sistema para llegar lo más cerca de ellas. Según el Minvu, a enero ya están terminadas 195 mil y en construcción 26 mil de las 222 mil viviendas comprometidas. De las mil obras por iniciar, 725 corresponden a viviendas de carácter patrimonial, que por su complejidad han avanzado más lento.
Este jueves el Presidente Piñera dará cuenta de estos cuatro años y enfrentará sus propias metas. Un récord excepcional por donde se le mire, pero que deberíamos transformar en políticas de Estado, legislación, protocolos y programas que nos permitan enfrentar aún mejor las futuras catástrofes que vendrán.