¿Seguirá la crisis de RN?
Una cuestión central después del consejo nacional de RN es si la crisis del partido, en particular las renuncias de sus parlamentarios podría darse por superada. Después de todo, la declaración oficial deja en evidencia que la posición, hasta el momento, no habría cambiado mucho de la que se tenía hasta antes de la cita. En efecto, el diagnóstico parece el mismo en relación con la responsabilidad del Gobierno en la derrota electoral, a lo que se agregan las críticas a los dirigentes renunciados.
Lo contradictorio es que se invita a Sebastián Piñera a reintegrarse al partido y, al mismo tiempo, se critica a su gobierno como responsable de los fracasos político-electorales acaecidos. Por si fuera poco, se sumaron las declaraciones de Ossandón en que sostiene que todo obedece a un plan diseñado para dañar a RN. Así, no es de extrañar que entre los telespectadores del programa Tolerancia Cero que contestaron la pregunta sobre si Piñera retornaría a su partido, más de un 85% señalara que no lo creía.
Por su parte, la inclusión de críticas a los diputados que dejaron el partido en el documento final del consejo podría leerse como un triunfo de Carlos Larraín y un respaldo a su gestión como timonel. No obstante, lo que está en juego en las renuncias no se puede entender en razón de las explicaciones que han dado de ellas los salientes, y, en consecuencia, las críticas a los dichos no permiten comprenden lo que se encuentra detrás. Por lo general, las personas siempre desarrollan justificaciones de sus decisiones, o más exactamente sus conductas, sin que ellas sean las que las explican. Dicho de otro modo, las imputaciones de «clasismo, machismo y antisemitismo» o los desacuerdos en relación con temas legislativos (por ejemplo, el proyecto sobre el Acuerdo de Vida en Pareja), aunque revelan diferencias, expresan malestar con una forma de conducción.
Ciertamente dichas renuncias revelan diferencias ideológicas (liberales-conservadores); sin embargo, esta tensión ha estado presente en la derecha por bastante tiempo (como también se lo observa en la Concertación, hoy Nueva Mayoría), y a pesar de ello los partidos han podido salvar las distancias. Si bien se debe hacer la salvedad de que en RN los niveles de tensión han sido permanentes, debido a los grupos político-ideológicos que le dieron origen, hasta ahora no se había producido una situación como esta. En todo caso, la pregunta es sobre cuán extendido se encuentra dicho malestar y qué capacidad tienen los diputados salientes de arrastrar a otros dirigentes que no están dispuestos a esperar a mayo para un cambio de directiva.
Por otra parte, el hecho de haber destacado en la declaración del consejo los acuerdos alcanzados con la DC —aunque para ser precisos fueron con todos los partidos de la Concertación (PS, PPD, PR y DC)— abre otra arista al problema, que tiene que ver nuevamente con el rol que tendrá Larraín en los primeros meses del próximo gobierno y con su socio, la UDI. En efecto, si hasta ahora no parece clara la estrategia que tendrá el sector frente al nuevo gobierno, declaraciones como estas parecen oscurecer más el panorama.
Aunque en esta oportunidad Larraín aparece fortalecido, sólo los acontecimientos políticos de las próximas semanas — vale decir, el gabinete de Bachelet y el resultado de La Haya— pueden evitar que el tema siga en la discusión. De no ser así, el tema podría seguir escalando. De hecho, mientras la piedra de tope siga siendo el gobierno de Piñera difícilmente se puede decir que el tema está zanjado. Y si bien el verano es un bálsamo que aplaca los humores, no lo es tanto como para evitar que nuevamente se enerven en marzo.