Quorums legislativos
Muchas de las propuestas de la candidata Bachelet requieren de la aprobación parlamentaria de más de la mayoría simple del Congreso: Este tipo de quorums más exigentes van desde algunos cambios constitucionales (2/3), modificaciones al sistema electoral (3/5 o 4/7, dependiendo del aspecto a reformar), hasta algunas modificaciones en materia de educación (4/7). Por este motivo, era importante para Bachelet la obtención de los doblajes electorales que le permitirían formar esas súper mayorías y, en caso de resultar definitivamente electa pueda implementar su programa de gobierno sin la necesidad de tener que negociar con la oposición.
Para aprobar algunas leyes orgánicas constitucionales (como la ley del Congreso y la del Banco Central) Bachelet necesita 22 senadores y 69 diputados, y obtuvo 21 senadores (que podrían ser 22 si Bianchi vota con la Nueva Mayoría) y 67 diputados (a los que podrían sumarse independientes). Para cambios constitucionales (como las normas que regulan el régimen político, el Tribunal Constitucional y el proceso constituyente) requiere de 23 o de 26 senadores y 72 u 80 diputados dependiendo del capítulo de la Constitución de que se trate. Si impulsa una reforma al sistema binominal requerirá de 23 senadores y 72 diputados. Los números indican que, además de convencer a sus propios partidarios, Bachelet tendrá que llegar a acuerdos con parlamentarios independientes y/o con la oposición si quiere desarrollar su programa a cabalidad.
Salvo por los aspectos como los tributarios y de reforma al sistema de AFP e isapres, donde Bachelet tendrá -en teoría- las mayorías parlamentarias suficientes para impulsar modificaciones, asumiendo el siempre complejo supuesto de que dichas mayorías sean leales y disciplinadas, Bachelet tendrá que negociar. Y en esa negociación, incluso aquellos aspectos como los relacionados con el sistema tributario y previsional pueden servir de moneda de cambio. Para que dicha negociación sea favorable a Bachelet, tendrá que contar con parlamentarios disciplinados (lo que no siempre es fácil) y con una oposición desordenada (que algunos parlamentarios de Renovación Nacional, por ejemplo, la apoyen en cambiar el sistema binominal). Si se da la ecuación contraria, esto es, una oposición ordenada y parlamentarios bacheletistas indisciplinados, Bachelet tendrá pocas herramientas para cumplir con sus promesas electorales a cabalidad.
Sin perjuicio de lo anterior, la Alianza no debiera estar tranquila. De ser electa Bachelet, la necesidad de ordenar a los parlamentarios será vital para poder negociar de mejor forma los cambios que la Nueva Mayoría debe impulsar.
Discusiones como la creación de una AFP estatal y la gratuidad de la educación superior requerirán de especial cuidado. La Nueva Mayoría, por supuesto, tampoco podrá celebrar completamente un eventual triunfo de Bachelet sin antes exigir disciplina a sus parlamentarios y, tal vez, moderar varias de sus posiciones para llegar a acuerdos con -al menos- parte de la Alianza.
En este sentido, la existencia de una segunda vuelta puede ser una buena noticia para la Alianza, si esta instancia produce que las promesas electorales de Bachelet se moderen.