Gobiernos y mentalidades regionales
Nuestra región es fecunda en afirmaciones de corte regionalista. Casi no pasa día sin que se publiquen en nuestros medios de prensa exhortaciones más o menos vehementes a construir una efectiva regionalización que traslade el poder de decisión desde la capital hacia nuestras regiones.
F.n momentos en que se discute y posterga reiteradamente la ley que deberá fijar las facultades de los denominados «Gobiernos Regionales», integrados por los consejeros que elegiremos en noviembre, conviene hacer un poco de memoria histórica sobre la experiencia regionalista en Chile.
Desde que se iniciara el proceso de regionalización con las 12 regiones y su «área metropolitana» en 1975, hasta hoy en que contamos con 15 regiones (algunas de ellas completamente artificiales), el proceso ha tenido sus luces y sombras, tanto desde el punto de vista legislativo, como desde la administración del Estado.
Cuando se dio inicio a la gran reforma administrativa se pretendió avanzar en corto tiempo, dictando las nuevas leyes regionales, hacia una descentralización integral del Estado. Se trasladaron importantes facultades desde los órganos centrales radicados en Santiago hacia las nuevas regiones. Sin embargo, si hay algo que enseña la experiencia, es que no basta con las leyes para cambiar nuestras mentalidades.
Así, luego de unos años de esfuerzo regionalizadorse ha producido una feroz recentralizactón silenciosa, de funciones administrativas que en un tiempo estuvieron radicadas entre nosotros. Desde el cierre de las oficinas regionales de órganos de tremenda importancia. como el Banco Central, hasta la forma de legalizar documentos de la más variada naturaleza, que antes podían obtenerse en las regiones y hoy sólo pueden tramitarse en Santiago.
La fuerza gravitatoria de Santiago nos debilita a todos. Más allá de que ningún santiaguino hable de regiones sino de «provincias» con un retintín de molestia, ello es sólo un síntoma de la falta de mentalidad regionalista.
El tiempo de la descentralización ha llegado, pero para que esto se traduzca en un auténtico regionalismo es imprescindible mudar nuestras mentalidades. Mientras Santiago sea la secreta e inconfesable meta de muchos de los que hablan de región, habrá poco o nada que hacer para radicar en Concepción, Chillán o Talcahuano las decisiones que afectan directamente nuestra vida. Partamos por expulsar el centralismo de nuestra mente y podremos aspirar a cambiar la administración de nuestro país.