De crisis y esperanzas
Era la primera mitad del siglo IV y tanto la Corte Imperial de Constantino I el Grande, como una enorme cantidad de obispos y clérigos del Oriente se pronunciaban por el arrianismo, herejía que negaba la divinidad de Cristo. Todo hacía pensar que los arrianos triunfarían, pero surgió un hombre, Atanasio, diácono y luego patriarca de Alejandría, quien los derrotó en el Concilio de Nicea. Medio siglo después, los arrianos contraatacaron y se pensó que la Iglesia Católica sería absorbida por esa secta, pero nuevamente surgió un hombre, San Ambrosio, obispo de Milán, quien los derrotó definitivamente.
En 452, en medio de la invasión de los hunos al imperio Romano, todos pensaban que sería el acabo del mundo, tanto que el Emperador Valentiniano III huyó cobardemente. Pero surgió un hombre, San León Magno quien armado de un simple crucifijo contuvo al bárbaro y lo hizo retirarse.
La historia de la Iglesia Católica está llena de este tipo de hombres excepcionales, que se imponen aún contra toda esperanza, aun cuando todas las encuestas, opiniones y pronósticos apuesten en su contra.
En 1799 a la muerte del Papa Pío VI, en medio de los oscuros días en que la revolución francesa se imponía por la fuerza con sus supuestos ideales ilustrados, la prensa gala publicaba: «Ha muerto Pío VI, el último».
Pero ciertamente esta profecía no se cumplió, la Iglesia reaccionó y surgieron cientos de nuevos líderes católicos que le dieron a la barca de San Pedro una vitalidad que cruzó todo el siglo XIX, hasta el gigantesco pontificado de Pío IX (1846-1878), quien celebró el Concilio Vaticano I y proclamó los dogmas de la Infalibilidad Papal y de la Inmaculada Concepción.
En el siglo XX la Iglesia Católica debió enfrentar las siniestras ideologías del comunismo y el nazismo y numerosas herejías postmodernas, pero resultó triunfante frente a todas ellas. Al respecto las figuras de Pío XII y del Beato Juan Pablo II el Grande, resultan indispensables para comprender la historia de todo el siglo pasado.
Hoy, cuando muchos pronostican crisis y profecías apocalípticas, un sencillo descendiente de italianos nacido más allá de los Andes, con simples zapatos negros, desafía con su sonrisa y buen talante a los agoreros de siempre.
El Papa Francisco recibe el legado perenne de la Iglesia Católica y lo proyecta al nuevo milenio. Eso nos recuerda que la Iglesia es humana, pero fundamentalmente divina, instituida por Cristo para guiarnos a través de las tribulaciones del mundo hacia nuestro destino trascendente.