¿Innovar, Reformar o Restaurar?
Este año ha sido dedarado el Año de la Innovación y de todas partes esta palabra nos invade.
Pero innovar ¿es realmente lo único que puede «cambiar nuestras vidas» y «hacemos exitosos»? Es bueno mirar hacia atrás y aprender de la Historia, por lo que es necesario recordar a uno de los grandes hombres que ha contribuido a ella, y que sin duda hoy sería considerado un hombre innovador y exitoso: Carlomagno, reconocido por sus contemporáneos como un personaje excepcional, rey de los francos y luego emperador hasta 813, poco antes de su muerte, y conocido como «el padre de Europa».
Carlos no fue un innovador, pero sí fue un gran reformador. Gobernó con mano de hierro pero también con benevolencia, y se hizo rodear por los sabios e intelectuales más destacados de la época, sin temor a ser opacado por ninguno de ellos, lo que demuestra su gran habilidad política e inteligencia a la vez, y con una gran aspiración de paz en el mundo (pax christiana). Cualidades que hoy, lamentablemente pocas veces se dan juntas.
Tampoco fue un intelectual, más bien fue un hombre de acción.
Campañas militares, política exterior, organización interna del imperium, vida oficial y muchas otras tareas ocuparon su vida, pero apreciaba y respetaba lo intelectual, y se preocupó de recuperar tradiciones, cantos, lengua y gramática germana lo que hoy llamaríamos patrimonio cultural. Y todo eso lo hizo ser excepcional, lo hizo magno.
El ser innovador es sin duda positivo y necesario, pero también es importante valorar lo que ya tenemos y crear las condiciones para reformar y/o restaurar nuestras instituciones y nuestra sociedad. Construir sobre las bases de un mundo antiguo, un mundo nuevo alentado por nuevos principios, fue lo que motivó a Carlomagno. Ojalá nuestros líderes y la sociedad se detuvieran un poco a pensar, a meditar y a sacar los buenos ejemplos del pasado para construir un mundo mejor.