Sobre la natalidad, el mundo en que vivimos y que viene
Jean Jacques Rousseau hace algunos siglos, en sus Consideraciones sobre el gobierno de Polonia expresó «el efecto infalible y natural de un gobierno justo y libre es la población. Perfeccionad vuestro gobierno y multiplicaréis sin dificultad vuestro pueblo».
Simplemente nos ha dicho que el crecimiento de la población es el indicador natural de la salud de una sociedad en términos de buena política, de justicia e igualdad cuando ella logra generar las condiciones mínimas asociadas al bien común que permiten el desarrollo material y espiritual de sus miembros ¿Qué ocurre si una sociedad no crece demográficamente? Bajo esta metáfora, quizás estemos ante el indicador de una sociedad insana, de una sociedad en la cual se percibe injusticia, falta de condiciones para el desarrollo y por lo tanto, un lugar en el cual no parecen existir «razones» para traer hijos al mundo, porque el hombre es proyecto, vive en el presente, pero pensando hacia adelante hacia el mañana.
Si el ser humano no ve un futuro medianamente esperanzador pierde el incentivo para que más y más inocentes vengan a sufrir los padecimientos de un mundo con estas características ¿Qué sentido puede tener traer hijos si habrá educación desigual y costosa que no podrá pagarse, salud igualmente costosa, si el medioambiente cada día empeora y dentro de algunos años más el aire quizás sea irrespirable, las aguas estén contaminadas, la naturaleza devastada, si hay abuso de entidades financieras y grandes tiendas, si existe inestabilidad laboral, si se vive endeudado, si hay violencia en las calles? ¿Y qué ocurre si la clase política que debiese detener estos problemas ha caído en período de inevitable decadencia? Sí las personas hoy apenas pueden batírselas con sus propias vidas, menos querrán que sus hijos vivan en un mundo igual o peor que este, sin tener una mínima certeza de que podrán protegerlos y brindarle las condiciones mínimas para que puedan alcanzar su desarrollo material y espiritual.
La natalidad, como indicador natural, es el reflejo de una sana o insana sociedad- Pero no se puede alterar artificialmente con bonos que son apenas gotas de agua para quien se está deshidratando en un desierto. Se requiere de políticas integrales- Cuando éstas políticas sean efectivas, quizas «multiplicaremos sin dificultad nuestro pueblo».