La era Teillier
La decisión del comité central del PC de apoyar la candidatura de Bachelet es otra muestra de cómo la era Teillier se ha ido imponiendo al interior del PC. A ocho años de la muerte de Gladys Marín —quien, por el contrario, mantuviera una línea política de autonomía y crítica permanente a la Concertación— ello parece una ruptura significativa. En buenas cuentas, el pragmatismo de Teillier invade todos los contornos de la toma de decisiones al interior del partido e impone consideraciones político-tácticas en vez de criterios ideológicos.
Ciertamente, se dirá que el escenario ha cambiado. Sin embargo, aunque hoy la Concertación histórica se ha debilitado y entre los principales partidos que la conforman predomina la idea de consolidar el eje de izquierda lo cierto es que la pérdida de autonomía del PC no estará exenta de costos, puesto que dicha autonomía le permitía grados de libertad a la hora de evaluar las políticas del hoy conglomerado opositor. Por lo pronto, la adhesión a Bachelet implica cierto alejamiento del movimiento estudiantil, que hasta ahora se ha mostrado díscolo respecto de la Concertación y de la propia ex Presidenta.
¿Qué factores pueden estar detrás de esta decisión? Es difícil precisarlo. Sin embargo, la negociación para cupos parlamentarios es uno de ellos. Después de todo, es factible que el PC aumente su representación en la Cámara de 3 a 4, o incluso 5 diputados. Adicionalmente si logra integrar una misma lista con la Concertación, ello le permitiría consolidar aún más su presencia nacional y al interior del bloque.
De no integrar la lista, igualmente quedará en una posición mejorada y con poder de veto en la Cámara.
Otro de los factores gravitantes tiene que ver con la posibilidad de incorporarse al comando de Bachelet, ya sea para la primaria o una vez que sea nominada como candidata presidencial para noviembre.
Ambos elementos pueden tener un efecto político significativo en lo que respecta al rol bisagra que a futuro tenga el PC. En efecto desde la elección de Lagos en 1999 hasta la de Frei en 2009, los comunistas se han visto obligados a apoyar a los distintos candidatos presidenciales de la Concertación, sin que ello se tradujera en ganancias significativas. La única excepción fue 2009, con las omisiones parlamentarias que les permitieron ganar los escaños que hoy poseen, lo que no sirvió para que triunfara Frei, pero sí para que ellos llegaran a la Cámara.
Hoy, sin embargo, el PC tiene presencia parlamentaria y sus votos, al igual que los de algunos «díscolos» que aún sobreviven, son decisivos para aprobar cualquier iniciativa.
Ello se haría más crítico en un eventual gobierno de Bachelet. Pero, para consolidar una posición central, el PC debe no sólo aumentar su presencia parlamentaria y estar en el núcleo de las decisiones, sino que además dar señales a la diligencia de izquierda de la Concertación de un compromiso mayor. En esa línea, haber retirado su apoyo a José Antonio Gómez constituye una señal clara al respecto; después de todo, la capacidad de movilización del PC no es menor y ésta puede vaciarse en las primarias, contribuyendo al triunfo de Bachelet y aumentando su ventaja sobre el resto de los candidatos. Pero, además, esta decisión traslada parte del discurso que ya había adoptado Gómez, en respuesta a las demandas del PC, al interior de la Concertación, perdiendo el radicalismo fuerza programática e ideológica.
Esta situación le plantea al PR una serie de desafíos respecto de su rol al interior de esa coalición. Pues, si bien dicho partido parecía ubicado en un segmento al centro del conglomerado, la asociación con el PC lo había llevado a un extremo. Pero ahora sus socios socialistas y PPD ya tienen con ellos a una izquierda que por años fue extrasistema, mientras que repetir una alianza entre radicales y la DC como la que existió en los 90, parece poco probable, por lo desgatado de sus relaciones y por las rigideces que genera la asignación de cupos parlamentarios.