Universidad y humanidades
En relación al complejo momento que vive el sistema de acreditación que debería asegurar la calidad en la educación superior, y a lo anunciado hace varias semanas por parte del Ministerio de Educación respecto a la entrega de recursos a seis universidades estatales para fortalecer las áreas de las artes y de las humanidades, me parece necesario continuar algunas reflexiones debido a la relevancia que el tema educación significa para nuestro país.
Hoy. en su mayoría, los alumnos están en carreras universitarias cada vez más profesionalizantes y cada vez más especializadas, con mallas y programas especialistas en donde aprenden, como diría Ortega y Gasset: «mucho de poco y nada del resto».
Históricamente, la universidad refleja los valores y el carácter de la sociedad a la que pertenece, y nace como un reflejo de esa sociedad.
Qué necesario se hace entonces hoy mirar atrás y recordar brevemente los orígenes de la universidad hacia el siglo XII. Esas comunidades de maestros y estudiantes en que los estudios iniciales del alumno se centraban en el curriculum de las artes liberales tradicionales impartidas en latín: el trivium, relacionado con la literatura (gramática, retórica y lógica), y el quadrivium relacionado con las ciencias (aritmética, geometría astronomía y música).
Pero nuestro siglo XXI, es el siglo de las ideas. la creatividad y la innovación son los nuevos pilares pero éstos deben relacionarse con una apertura al saber, que genere debates y polémicas protundas, tan escasos en nuestra sociedad de hoy.
Es necesario entonces formar a un joven capaz y responsable, como ciudadano criterioso preocupado del bienestar social y como ser humano que comprende el mundo en el cual vivimos, l’or esto la importancia de impregnar en el currículo universitario a las diferentes carreras con el aporte de las disciplinas humanistas, ja que estudiar las Humanidades no sólo nos hace personas más complejas y necesarias para nuestra sociedad sino también nos sumerge en mundos y tiempos donde surgen verdades, equívocos, simulacros e ilusiones, se fomentan la libertad y el pluralismo del quehacer académico y así se puede alcanzar un individualismo ético.