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Más allá del próximo domingo: la importancia de la lealtad partidaria

Jorge Cordero
Jorge Cordero Docente investigador de Faro UDD

El próximo domingo los chilenos elegirán a un candidato presidencial en la primera vuelta. La atención generalmente se concentra en los presidenciables y sus propuestas. Sin embargo, existe un factor que no suele considerarse, pero que en realidad es determinante para la gobernabilidad del país: la capacidad del presidente electo para generar cohesión en su coalición y prevenir con ello lo quese conoce como transfuguismo parlamentario, un fenómeno que haido en aumento en nuestro sistema político.

El transfuguismo —el cambio de afiliación partidaria de legisladores una vez electos— no es una mera curiosidad estadística. Entre1990 y 2006, las renuncias parlamentarias mostraban un incremento moderado. Desde el período 2006-2010, coincidiendo con el agotamiento de la Concertación, esta tendencia se aceleró. Tras la reforma electoral de 2016, que introdujo el sistema más proporcional, el fenómeno se intensificó. De hecho, solo entre 2022 y 2024 se registraron 22 casos de renuncias, nuestro máximo histórico. ¿Por qué debería importarnos esto de cara a las elecciones del domingo?

La respuesta guarda relación con que el transfuguismo afecta directamente la capacidad de gobernar. Cuando un legislador cambia de partido después de ser electo, distorsiona la voluntad del electorado, debilita la función representativa de los partidos y erosiona los mecanismos de disciplina que permiten a un presidente implementar su programa. En ese sentido, un presidente que no cuenta con la lealtad de su bancada enfrenta obstáculos permanentes para aprobar reformas o gestionar crisis.

La cohesión partidaria no es un lujo, sino una condición necesaria para la gobernabilidad. Y en un sistema fragmentado como el chileno —donde el número efectivo de partidos ha aumentado considerablemente—esta cohesión se vuelve todavía más crucial. Aquí radica la importancia de elegir bien, no solo al presidente, sino también a los legisladores. Un Congreso cohesionado, con partidos que mantengan lealtades claras, es fundamental para que cualquier gobierno funcione. Lo contrario —un Congreso atomizado donde prima el personalismo— conduce a la parálisis legislativa y al deterioro institucional.

Por eso, al votar el domingo, no deberíamos preguntarnos únicamente qué candidato presidencial nos parece más convincente y dejar en segundo plano la elección legislativa. También deberíamos considerar qué coalición demuestra mayor capacidad para mantener su unidad, qué partidos han mostrado más disciplina y coherencia, y qué legisladores han honrado los compromisos con los que fueron electos. De igual forma, reflexionar críticamente sobre cuál de todos los mandatarios tendrá mayor capacidad de ordenar sus filas como presidente dela República, pues la estabilidad del próximo gobierno dependerá, en buena medida, de la fortaleza de las estructuras partidarias que lo sostengan. Sin lealtad partidaria, cualquier proyecto —por ambicioso que sea— correrá el riesgo de naufragar en un Congreso cada vez más fragmentado e impredecible.

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