¿Oposición a la deriva?
La imagen del presidente de RN al pedirle a los parlamentarios de su partido que “por favor” no prosperen con la infundada acusación constitucional en contra del Presidente de la República permite dilucidar gran parte de los problemas de la actual oposición.
El primero, y más evidente, es la nula coordinación del actuar parlamentario. Sin una capacidad mínima de coordinación legislativa, llegar a la Moneda parece más bien una cuestión testimonial. Si un presidente de partido no conoce las determinaciones sobre acciones políticas relevantes de su bancada, o peor, no es capaz de evitar que actúen con inmensa irresponsabilidad, es difícil no imaginar que esta situación tenderá a repetirse en el transcurso de un eventual gobierno.
El segundo, pero más grave: la falta de visión sobre el futuro del país. Parte de la derecha pareciera estar empeñada en actuar como un espejo del Frente Amplio en su rol como oposición.
En vez de plantearse como una alternativa viable para conducir los desafíos que nos exige el momento político, prefieren operar bajo el mismo modus operandi que tensionó la democracia y entorpeció la gestión del segundo gobierno que les tocó liderar. Acusaciones constitucionales que no solo adolecen de fundamentación jurídica, sino que exudan gran torpeza política al ser totalmente inviables de aprobarse; defensas corporativas ante hechos injustificables; la falta de una agenda legislativa orientada en atender los problemas que aquejan a la sociedad chilena y en su remplazo, presentar proyectos de bajo contenido que no son conducentes a desafiar políticamente al oficialismo, más que a la somera dinámica del “performance”.
Basta con recordar el pack legislativo para el 4 de septiembre, fecha que pudo haber marcado un hito relevante para las ideas que dicen defender. En lugar de aquello propusieron cambiarle el nombre a la Región Metropolitana.
Pese a que el escenario actual se les muestra favorable, algunos se esfuerzan en hacer las cosas mal y en desechar una oportunidad histórica para crear un proyecto político que sea capaz de asegurar gobernabilidad al país. De la performance y la mera actitud reactiva, quienes tienen la responsabilidad de asumir algún liderazgo deberán ordenar sus filas para evitar la deriva, esto si se busca consagrar un gobierno con la capacidad de proyectarse al largo plazo.