Pluralismo y TV pública
Hace pocos días, en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, y a propósito del financiamiento de TVN, Francisco Vidal decía que “la pregunta de fondo” era “si Chile necesita, quiere o desea una TV pública”. Vidal, por su parte, se apresuraba a responderse diciendo que, de no haberla, “los chilenos” tendrían que informarse a través de “grupos económicos como Luksic (Canal 13) o Heller (Mega), o por unos gringos (sic) que andan circulando en Chilevisión y andan cambiando de propiedad”. Luego precisó sus dichos: aclaró que lo había traicionado “el tono” de sus declaraciones. Por tanto, el actual presidente de TVN mantuvo la idea de fondo que las inspiró. Sin embargo, resulta difícil entender cuál es esa idea de fondo. Tal como Vidal lo planteó, la existencia de medios privados de comunicación es en sí misma un problema, porque lo que está implicado en sus declaraciones es que dichos medios por definición carecerían de transparencia e imparcialidad, al no ser más que un vehículo para la expresión y consecución de intereses facciosos. Vidal habría hecho bien en desdecirse total y completamente, pues siguiendo su misma lógica alguien podría decir que quienes defienden la TV pública lo hacen porque cobran trabajando en ella o porque la utilizan para promover unilateralmente su propia agenda política. Si los dueños de los canales de televisión no son transparentes e imparciales, entonces Vidal —o quien sea en su lugar— tampoco tiene por qué serlo (después de todo, seguramente ni siquiera el propio Vidal espera que los ciudadanos creamos que él es mejor persona que Luksic o Heller). Peor aún, si las declaraciones originales de Vidal fueran ciertas, entonces a nadie le convendría que existieran los medios de comunicación, pues no habría nunca ninguna garantía de que tales medios no pudieran ser instrumentalizados para conseguir algún fin egoísta.
Las declaraciones posteriores de Vidal acerca de que los canales privados tienen derecho a tener una línea editorial resultan inexplicables a la luz de su afirmación original. Pero en una cosa Vidal sí acierta: el problema de fondo es si acaso hay razones para afirmar que debe haber un canal público.
Políticos como Vidal, que apoyan la idea de mantener medios de comunicación públicos, apelan a ideas como el pluralismo, la transparencia, la diversidad y otros valores semejantes. Los políticos —y sobre todo los de izquierda— suelen presentarse a sí mismos como gente que, a diferencia de los privados y, sobre todo, de los empresarios, está realmente preocupada del bien común. Esta idea es desopilante y a estas alturas no hay nadie que pueda seriamente creerla, si es que alguna vez hubo alguna razón para hacerlo. Salvo quizás Vidal, nadie cree que solo a los políticos les interese la diversidad, imparcialidad, pluralismo, etcétera. Y si no hay razones para creer eso, entonces tampoco hay razones para que existan medios públicos de comunicación.