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UDD en la Prensa

La gran transición demográfica en el mundo y en Chile

 Klaus Schmidt-Hebbel
Klaus Schmidt-Hebbel Profesor Investigador, Centro de Investigación Sociedad y Empresa, Facultad de Economía y Negocios

Debido al progreso de la medicina, la tasa de crecimiento anual de la población mundial aumentó desde 0,6% a comienzos del siglo XX a un máximo de 2,3% en la década de 1960. Desde entonces, el crecimiento demográfico mundial está cayendo: a 0,9% en 2024 y un proyectado 0,5% para 2050. El crecimiento demográfico chileno es menor que el promedio mundial: se proyecta en 0% al 2050.

La principal causa (más próxima) de la convergencia a una población estable es el menor número de hijos por mujer. En 40 países la tasa de fecundidad ya ha caído bajo la tasa de reemplazo (la que permite una población estable) de 2,1 niños por mujer; en Chile es de 1,2 niños por mujer.

Por eso las tasas de natalidad han disminuido fuertemente. En Chile la tasa promedio ha caído desde 93 nacimientos por 1.000 mujeres en 1981 a 37 en 2021. Una buena noticia es que dicha caída se concentra en adolescentes y adultas jóvenes, muchas de las cuales, al evitar hijos a edades tempranas, salen del círculo vicioso de hijos indeseados, dificultades para educarse y trabajar, y miseria propia y de sus hijos. Por lo tanto, muchas mujeres posponen su primer embarazo a edades mayores, educándose mejor, trabajando fuera del hogar y teniendo menos hijos a lo largo de su vida. Así, las tasas de fecundidad de las mujeres mayores de 35 años han caído poco o se han mantenido estables en las últimas décadas.

Son muchas las causas de la menor fecundidad: la menor mortalidad infantil, la medicina preventiva (incluyendo la disposición de métodos anticonceptivos y del aborto) y las más equitativas oportunidades de educación y trabajo que han logrado las mujeres.

¿Cuáles son las principales políticas demográficas impulsadas por los gobiernos? En regímenes totalitarios en que la vida humana vale poco, los dictadores de turno han impuesto guerras, genocidios, persecuciones y hambrunas que han causado millones de muertes militares y civiles, reduciendo la población propia y de sus vecinos.

El régimen del Partido Comunista de China (PCC) es el caso más extremo e inestable en sus políticas demográficas. En la gran hambruna de 1959-1961 murieron 45 millones de chinos. El genocidio étnico ha costado la vida de 2 millones de tibetanos y uigures entre 1949 y el presente. Se estima que la política de “Un solo hijo”, adoptada por el PCC entre 1982 y 2015 (a través de castigos y abortos forzosos), impidió el nacimiento de 300 millones de chinos entre 1982 y 2015. Pero pagando elevadas multas por hijos adicionales, las parejas podían tener más hijos. ¡Qué ironía: el PCC implementó la política demográfica más clasista de la historia, permitiendo solo a los ricos tener más hijos! Casi todo lo anterior se ha revertido desde 2021 (pero continúa el genocidio de las dos minorías mencionadas), cuando el PCC adoptó políticas pronatalistas para incrementar la población china.

También varios países democráticos y desarrollados han adoptado políticas pronatalistas, que incluyen exenciones tributarias y distintos subsidios a familias con hijos. Varios beneficios son no focalizados (y luego regresivos) o se focalizan en mujeres jóvenes y vulnerables (quienes vuelven al círculo vicioso de hijos y pobreza). Estos programas públicos son muy caros (cuestan hasta 3-4% del PIB); cada hijo nacido bajo estos programas ha costado US$ 1-2 millones en Francia y Polonia. Esto ilustra un resultado general de las políticas pronatalidad: son carísimas y poco efectivas (The Economist, 25 mayo 2024).

A menudo se afirma —equivocadamente— que la menor población mundial sería catastrófica: el envejecimiento llevaría a menor ahorro, las pensiones serían insostenibles, la innovación caería y el poder militar se debilitaría. Nada de esto se ha observado entre 1950 y ahora, cuando la tasa de crecimiento poblacional cayó a la mitad y la expectativa de vida promedio mundial ha aumentado de 53 a 73 años.

Más aún: una menor presión demográfica es una condición necesaria (pero no suficiente) para evitar la catástrofe ambiental global que asola al mundo.