El fast fashion y el chocolate
Fast fashion es el concepto acuñado del inglés para referirse a la moda rápida: buena, bonita y barata. En realidad, es bastante dudoso de que sea buena. Más bien se podría decir que es trendy, que está de moda y que es bonita. Lo de barata también podría ponerse en duda. Es asequible, sí, pero a qué costo, porque los precios bajos se consiguen llevando al extremo las estrategias empresariales de tercerización para disminuir los costos de producción.
La escala en las ventas y las laxas regulaciones laborales de los países asiáticos que las producen, hacen que esta ropa pueda ser confeccionada, enviada a las respectivas tiendas en todo el mundo y ser reemplazadas a la semana siguiente por un nuevo cargamento de nuevas prendas en tendencia.
Todo lo anterior genera externalidades que dañan al medio ambiente, por la cantidad de basura que se genera año a año (se estima que solo en el desierto de Atacama se arrojan entre 11.000 y 59.000 toneladas de ropa), pero también, a las finanzas personales.
La sensación de tener un alto poder adquisitivo producto del efecto sustitución se desvanece cuando la prenda solo se usa un par de veces, a la vez que se acumula deuda en la tarjeta de crédito. La externalidad negativa que se produce aquí es de responsabilidad del consumidor, por lo que si este dejara de presentar ese hábito de consumo, el modelo de negocio de la moda rápida simplemente desaparecería.
Algo similar pasa con el cacao, pero visto desde el punto de vista del productor. La externalidad negativa se produce durante el proceso productivo y no debido a los patrones de consumo. Más de la mitad de la producción de cacao proviene de países subdesarrollados de África Subsahariana. Estos países cuentan con escasas regulaciones laborales y gobiernos débiles. Se estima que un millón y medio de niños trabaja en esta industria en condiciones esclavizantes a quienes se les ha impedido educarse. No obstante, en seis meses el precio del cacao ha aumentado un 75% (US$3,418 a US$5,980), lo que implica que el precio del chocolate ha subido y seguirá subiendo.
Esto, porque la demanda de cacao ha aumentado considerablemente en el último semestre debido, entre otras cosas, a que las personas que viven países que atraviesan por largos períodos de recesión, consumen mayor cantidad de chocolate porque mejoran el estado de ánimo producto de la liberación de endorfinas.
Otra de las razones que se esgrimen al aumento de la demanda es a causa de la crisis post pandemia que ha hecho que las personas que volvieron al trabajo presencial presenten grados de ansiedad mayores y necesiten del consumo de chocolate para evitar el extremo cansancio o, incluso, la depresión.
Esta alta demanda, vino aparejado por una contracción en la oferta, provocada por la abundante lluvia caída en esa zona. Sumado a lo anterior, la especulación de los futuros de cacao en los mercados financieros ha contribuido a continuar con el alza sostenida en su precio, porque los productores de chocolate esperan que el aumento en los costos de producción se mantenga por mucho tiempo más.
Que la demanda aumente no es una justificación para seguir manteniendo laxas las regulaciones, sino por el contrario, debiera ser un incentivo para proteger a los trabajadores y mejorar sus condiciones laborales y salariales.
Ciertos economistas le llaman a esto una falla del mercado, pero la verdad de las cosas es que el mercado no existe más que como concepción teórica. La falla la producen las personas. Las personas – empresarios y políticos – toman decisiones económicas y de política pública, y estas se proyectan en los mercados. En el caso de la ropa, los consumidores también fallan cuando deciden añadir una prenda más a su closet sabiendo que tienen otras a las que nunca le han quitado la etiqueta porque no han sido usadas.
Por otra parte, políticos y empresarios africanos tienen una responsabilidad moral al permitir la esclavitud infantil, y los accionistas de las grandes compañías de chocolate deben incrementar la presión sobre sus proveedores para asegurarse de no estar obteniendo ganancias a costa del sufrimiento de millones de niños que tuvieron la mala fortuna de nacer en una región que carece de democracias robustas y un sistema legislativo justo.