Patrimonio ferroviario: oportunidades para el desarrollo
La reapertura de la Estación de Ferrocarriles de Puerto Varas, junto con los estudios para llevar nuevamente el tren a esa ciudad, son una interesante y positiva muestra de cómo el ferrocarril ha sido fortalecido y destacado como un medio de transporte necesario para el país.
Es un hecho que muchos recorridos y trazados de la antigua estructura ferroviaria han desaparecido y que el aparato que comprendía Ferrocarriles del Estado a mediados del siglo XX (enlazado al turismo, a medios de comunicación y políticas públicas) no es lo mismo que tenemos hoy, pero los vestigios dejados por el abandono y posterior degradación de ferrocarriles en diversas zonas de nuestra Región y el país son oportunidades de reconversión, tanto para el medio de transporte en sí como también para ser reutilizados como espacios públicos, culturales, cívicos, residenciales, deportivos, etc.
Son muchos los testimonios de Ferrocarriles del Estado presentes, por ejemplo, en el Biobío y Ñuble, regiones históricamente marcadas por la presencia ferroviaria y en las que podemos encontrar una serie de estaciones en desuso, recintos abandonados, estructuras en estado de ruina o simplemente sitios en donde sólo quedan recuerdos. Todo eso son insumos para pensar la reconversión, la cual, de paso, permitiría establecer diálogos con nuestra historia, conectando con el presente y proyectando al futuro un patrimonio que ha estado íntimamente ligado a comunidades que vieron al tren como un eje principal de sus vidas.
Si hacemos una revisión panorámica de la Región del Biobío o el vecino Ñuble, (sin contar las estaciones operativas en la actualidad), podemos encontrarla ex Estación de Penco, revivida actualmente como la Casa del Adulto Mayor de la comuna. Otras estaciones no han corrido la misma suerte, como las de Yumbel y Monteáguila, sólo por mencionar un par.
Similar situación se aprecia en Ñuble con las estaciones de Buli o de Ninquihue (comuna de San Carlos); las condiciones de abandono o degradación son altas y la reutilización de estos edificios como centros comunitarios o culturales (sólo por sugerir) serían una porte considerable a las comunidades que habitan entorno a ellas, pensando de paso una revisión al paisaje rural del interior.
En Concepción, también existen vestigios como la antigua Estación Andalién, ubicada en la esquina de Lincoyán con Vicuña Mackenna, exponente relevante de la arquitectura de los años 30, cuya reconversión podría transformarla en un espacio para la comunidad adyacente, inserta además en un barrio protagonista del crecimiento industrial penquista del pasado siglo y plagado de hitos históricos de los que poco o nada se mencionan en las políticas urbanas locales.
Al sur del río Biobío, aparece San Rosendo, comuna fundamental en el desarrollo ferroviario, la cual, con su vasto sitio ferroviario de gran complejidad, es una oportunidad de desarrollo cultural, paisajístico y urbano, comprendiendo además su relación con la antigua población obrera, el Hogar Ferroviario y la construcción de un imaginario nacido desde la población y su relación con este medio de transporte.
Las ruinas o vestigios son posibilidades de aprender, de conocer y de establecer una conexión con la historia. Acercarse a esos legados, respetarlos, ver más allá del abandono o de su estado, es tomar conciencia de lo que fuimos y pensar en una reutilización de los mismos, es establecer una lectura diferente del desarrollo urbano, pensando en las trayectorias de los poblados y de paso, asumir el peso de un ente como Ferrocarriles del Estado en la conformación de paisajes y de estructuras sociales.