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UDD en la Prensa

No es cualquier cosa, son los partidos

 Jorge Cordero
Jorge Cordero Docente investigador de Faro UDD

Existe un diagnóstico común en torno a la necesidad de reformar el sistema político para dotar a Chile de mayor gobernabilidad. No obstante, la discusión sobre dónde poner los acentos admite grandes distinciones. Algunos sugieren que el problema de fondo se relaciona con la fragmentación política; es decir, al aumento en el número efectivo de partidos, especialmente tras la reforma del sistema electoral en el gobierno de Michelle Bachelet. Esta diversidad conllevaría la incapacidad de generar acuerdos. Si bien es verdad que lidiar con la fragmentación supone un desafío para la gobernabilidad, pues un país presidencialista con tantos partidos nominales (más de 20) dista de lo manejable, hay otro fenómeno más importante: la decadencia en los partidos políticos. Esta distinción no es trivial; es más relevante para la gobernabilidad la calidad de los partidos que su cantidad.

La frágil presencia en el territorio por parte de los partidos; parlamentarios díscolos que resultan electos por un partido y después se cambian a otro; la poca conexión de estos con organizaciones de la sociedad civil; la distancia entre los representantes y el electorado; la alta desconfianza institucional de la ciudadanía; la baja progresiva en la militancia y la creciente volatilidad electoral, entre otros, son problemas que corresponden a la expresión de un fenómeno común: la debilidad de los partidos y la baja en la calidad de la política.

Estos problemas permiten avizorar algunas de las posibles reformas: (1) sancionar el «transfuguismo», es decir, a aquellos parlamentarios que cambian de partido una vez resultan electos, de manera tal que el partido tenga poder sobre el escaño; (2) ordenar la conformación de comités parlamentarios en el Congreso: que los parlamentarios una vez conforman un comité debieran mantenerse en el durante todo su periodo legislativo; (3) hacer más exigente la creación de partidos. Se ignora que la incorporación de la firma electrónica y la inscripción automática fue una combinación que hizo demasiado fácil la conformación de partidos; (4) pensar acerca de la magnitud de los distritos (bajar el tamaño de la magnitud de los distritos y aumentar su número), a modo de buscar formas de acercar al político con los representados; y, finalmente, (5) mayores exigencias de rendición de cuentas, tanto para la militancia como la ciudadanía.

Mas allá de que no existen balas de plata para reformar el sistema político, pues es una discusión que carga con el dilema de la autorregulación y el mal timing del gobierno —que intenta condicionar la reforma, en vez de verlo como una oportunidad para trascender—, es importante que pongamos el énfasis en fortalecer los partidos; de lo contrario, otras propuestas razonables pueden verse obnubiladas.

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