Cifras van, cifras vienen
“Piñas van, piñas vienen, los muchachos se entretienen”, dice una canción de 2 Minutos que homenajea el entretenimiento derivado del agonismo inocuo del boxeo. ‘Entretenerse’ también significa demorarse en el camino a lo importante. El optimismo o pesimismo exagerado, derivado de las sorpresas decimales de coyuntura, se ha vuelto un “intercambio de piñas” que nos está entreteniendo en el camino.
La inflación de 0,4% de marzo estuvo por debajo de las expectativas y el Banco Mundial actualizó sus proyecciones de crecimiento para Chile, de un 1,8% a un 2%. Se informó en marzo un crecimiento en el 2023 de un 0,2%, contrario a las expectativas recesivas. Se trata de sorpresas positivas que el gobierno no ha demorado en publicitar: el Presidente consignaba que “el crecimiento del país, se debe a la gestión de este Gobierno y no a factores exógenos.”
La oposición ha tenido ocasión de poner paños fríos a estos destapes de champaña. No obstante, cuando las cifras sorprenden negativamente (como lo hizo el incremento del IPC de 0,7% en enero), no faltan quienes anuncian el desastre inminente. A esto hay que decir que no hay debacle en el horizonte. Chile ha demostrado su resiliencia macroeconómica.
Pero se debe remarcar que esta resiliencia no es una criatura del gobierno, sino que de la institucionalidad consolidada durante décadas. Contra los agoreros es necesario decir que no se desatará el apocalipsis; pero contra la autocomplacencia hay que decir que cualesquiera sean los méritos de la actual gestión, caminan sobre los hombros de gigantes de nuestras instituciones.
Entonces ¿hacia dónde deberíamos apresurar el paso?
En el plano económico existe consenso en la relevancia de elevar el ritmo de crecimiento, en tanto es un cuello de botella respecto de las aspiraciones sociales. Acerca de cómo hacerlo, algunas recomendaciones se repiten: revertir la crisis educacional, modernizar el Estado, facilitar el desarrollo de industrias estratégicas y mejorar la competitividad de los mercados.
¿Será el gobierno capaz de avanzar en esta dirección?
Hay poco lugar para la esperanza.
En primer lugar, el gobierno no tiene el crecimiento entre sus prioridades. El programa por el que fueron elegidos ponía énfasis en la distribución antes que en el tamaño de la torta.
En segundo lugar, si bien han relevado estos problemas (e.g. la permisología) ha sido una reacción tímida, como reconoció el Presidente. Lamentablemente, la complejidad de los desafíos hace insuficiente la mera reactividad.
En tercer lugar, aún si cambiaran las prioridades, existen obstáculos profundos para abordarlas. Uno de ellos es la carencia de una “burocracia racional” con una formación orientada a esos objetivos. Marcel criticó con sordina a Maisa Rojas cuando se debatía la permisología, por no tener el crecimiento entre sus preocupaciones.
En cuarto lugar, el sistema político ha perdido su capacidad de generar acuerdos respecto a temas difíciles y cruciales.
Probablemente, lo que resta de mandato derive en entretenciones arrinconadas por la deflación del proyecto refundacional y la impotencia para promover el crecimiento. Los ciudadanos seguiremos viendo cómo cifras van y cifras vienen, varados en la meseta donde ni la debacle inminente ni la mejora sostenida son lo que esas cifras reflejan.