¿La protección de datos es un freno a la creatividad?
Nadie discute que la protección de datos personales es vital en la actualidad. Sin embargo, cuando queremos regular el tema muchos levantan alertas frente a la posible limitación de la libertad necesaria para fomentar la creatividad.
En Chile, han ocurrido debates sobre derechos versus el uso de la tecnología, como lo evidencia la discusión previa a la regulación de Ethical Hacking. La industria de la ciberseguridad argumentaba que limitaría la proactividad de la detección de vulnerabilidades como medio para empujar a las empresas a mejorar su seguridad, mientras las empresas defendían su derecho a negarse o emprender acciones contra quienes, sin autorización, vulneraran o intentaran vulnerar sus sistemas. Participé en varias instancias en las cuales profesionales, académicos, legisladores y ciudadanos moldearon el perfil legal del Ethical Hacking en Chile, estableciendo un precedente único con la buena noticia de que no es una copia literal de legislaciones foráneas. Es claro que estas discusiones nunca terminan y rara vez dejan a todos contentos.
En el ámbito de protección de datos, la industria argumenta que se coartará la libertad para crear servicios y que los costos de responder a cada individuo como propietario de sus datos complicaría la operación. Sin embargo, la mayoría de los cuerpos legales en el mundo otorgan la titularidad de los datos al individuo. En este punto, dado que no existen precedentes locales, es necesario recurrir a la experiencia internacional. En 2009, en la Conferencia de Privacidad y Protección de Datos en Madrid, presencié las preocupaciones de las grandes empresas tecnológicas ante una legislación más restrictiva y, también pude ver, la decidida respuesta de los legisladores europeos. En 2016, entró en vigencia el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) en la Unión Europea. Se podría colegir que la actividad empresarial se vio afectada. No obstante, el crecimiento de la cotización de empresas como Meta (Facebook, Instragram, Whatsapp, etc.) y Alphabet (Google, Youtube, Android, etc.) demuestran que esto no fue así y alimentan la idea de que es posible desarrollar nuevos y mejores servicios resguardando la privacidad de las personas.
En conclusión, la regulación no es un freno a la creatividad. La participación de los regulados es una buena fórmula para resguardar los intereses de todos. Así, creamos ambientes tecnológicos y mercados más robustos y confiables. En la actualidad, ciberseguridad, cloud computing, blockchain, inteligencia artificial y otros temas, a los que amamos la tecnología y la forma en que puede mejorar la vida de las personas, se nos replantea un viejo cuestionamiento ético: El hecho de que quiera y tenga la capacidad de hacer algo, ¿significa que “puedo” hacerlo?