PAES: ¿Hacia un Chile cada vez más “cuico”?
Los resultados de la prueba PAES ya no sorprenden, y consolidan una tendencia creciente a través de los últimos años: la desaparición de la educación pública en el ranking de los mejores 100 colegios.
Hasta hace no muchos años el Instituto Nacional, el Carmela Carvajal, el Liceo 1 de Niñas y otros de los denominados liceos “emblemáticos” tenían un lugar destacado, con el mérito adicional de que daban la prueba muchos alumnos de esos colegios, lo que hace más difícil alcanzar un promedio alto. Como lo recordó ayer en este espacio el economista Sergio Urzúa, el año 2005 el Instituto Nacional fue noveno en el ranking de los 100 mejores, y con 747 alumnos rindiendo la en ese entonces PSU. A su vez, el Carmela Carvajal había sido el número 32 en el ranking, con 344 alumnas rindiendo la prueba. Hoy ningún liceo emblemático califica para el top 100. Solo dos colegios municipales están ahora en ese ranking, el Liceo Augusto D»halmar de Ñuñoa, y el Liceo Bicentenario de Temuco.
Más allá de que los liceos emblemáticos fueron por muchos años la vía rápida a la movilidad social para los niños y jóvenes talentosos y esforzados cuyas familias no tenían los recursos para pagar un colegio particular, dichos liceos cumplieron una función “país” muy importante. Me refiero a que los alumnos de los colegios con más altos puntajes en las pruebas de admisión tienen la oportunidad de acceder a las mejores universidades en cuanto a calidad y a las carreras que ellos elijan. Y de ahí surgieron abogados, médicos, empresarios, diputados, senadores, Presidentes de la República, es decir, personas que gracias a su paso por los liceos emblemáticos llegaron a ser parte de la élite chilena.
De hecho, uno de los aspectos clave de nuestra historia republicana es que la élite chilena, es decir, la que maneja el país (los que llegaron a las posiciones de mayor influencia) se conformó de la conjunción de dos grandes vertientes: la élite proveniente de colegios particulares pagados, tradicionalmente colegios católicos, y la élite republicana, laica, de familias de clase media que estudiaron en los liceos emblemáticos. Y es esa mezcla la que influyó decisivamente en el país que hoy somos.
Más allá de miles de exitosos casos particulares de personas que accedieron a posiciones de élite gracias a los liceos emblemáticos, este es el verdadero “valor-país” que tuvieron el Instituto Nacional, el Internado Nacional Barros Arana (INBA), el Liceo 1 de Niñas, el Liceo de Aplicación, el Barros Borgoño, el Lastarria y tantos otros. Ellos formaron a la élite chilena republicana y laica proveniente de familias de clase media. No olvidemos que 18 de nuestros Presidentes de la República pasaron por las aulas del Instituto Nacional, entre ellos, para referirme a los más recientes, Jorge Alessandri, Salvador Allende y Ricardo Lagos.
Creo que la procedencia escolar de los presidentes que hemos tenido desde la vuelta de la democracia ilustra muy bien este Chile compuesto por la amalgama de estas dos élites. Patricio Aylwin, egresado del INBA y profesor en el Instituto Nacional; Eduardo Frei, del Colegio Luis Campino (católico particular pagado); Ricardo Lagos, del Instituto Nacional; Michelle Bachelet, nuestra primera mujer Presidenta (y dos veces), exalumna del Liceo 1 de Niñas; Sebastián Piñera, egresado del Verbo Divino (católico particular pagado); y Gabriel Boric, egresado del British School (particular pagado de Punta Arenas).
El deterioro de los liceos emblemáticos, causado por los paros, las tomas, la violencia y reformas que no consideraron debidamente el real aporte que esos colegios hacían y su relevancia en la sociedad, está terminando por “desequilibrar” la futura élite chilena. De hecho, está claro que una familia de clase media que tiene un hijo talentoso y esforzado ya no considera al Instituto Nacional, ni a ninguno de los liceos emblemáticos, como la vía rápida a la movilidad social. Basta ver cómo ha caído el número de postulantes y la dificultad que tienen para llenar sus cupos.
El daño más importante que la desaparición de los liceos emblemáticos de los rankings está provocando a Chile es que para las familias de sectores medios va a ser cada vez más difícil que sus hijos pasen a formar parte de la élite. Ese es un daño, no para ellas, o no solo para ellas, sino para el país entero, porque significa que la élite chilena se “desequilibrará” y se conformará cada vez más por los alumnos provenientes de los colegios particulares pagados. Ese es el Chile más “cuico” al que alude el título de esta columna.
No queremos eso para nuestro país. Los que aspiramos a un Chile diverso e inclusivo tenemos la obligación de “rescatar” el valor de la educación pública de calidad. El daño es muy grande. Hoy los Liceos Bicentenario representan, poco a poco, esa esperanza.