Una dama que ha envejecido con dignidad
Al celebrar el aniversario 75 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, todos debiéramos recordar que éstos existen para empoderar a las personas, proteger sus vidas y su dignidad y frenar los peores impulsos de la humanidad.
Este 10 de diciembre se cumplen 75 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en París, proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). Ante tan importante aniversario, vale la pena preguntarse qué tan vigente sigue estando dicho documento. Tal como lo señala en su preámbulo, esta Declaración surge en respuesta a las atrocidades dadas a conocer al término de la Segunda Guerra Mundial, los que se consideran como “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad” y es concebida como el “ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse” para promover el respeto a estos derechos y libertades.
En sus 30 artículos, contiene dos que están dedicados a los deberes, que vale la pena recordar una y otra vez: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Art. 1); y “Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad” (Art. 29.1). Las cruentas guerras que actualmente se desarrollan en distintas partes del mundo ponen en evidencia cuán lejos estamos de este ideal de fraternidad y de los deberes respecto de la comunidad en que vivimos. Asimismo, el secuestro y tortura de personas, especialmente si son niños, claramente va en contra de lo que señala esta Declaración “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” (Art. 5) o al afirmar que “[n]adie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado” (Art. 9).
Un aspecto interesante es el rol clave que tuvieron connotadas mujeres en impulsar esta Declaración. Una de ellas fue Eleanor Roosevelt, quien presidió el comité de redacción de la DUDH y quien es reconocida como la fuerza impulsora para su adopción. Otra es Hansa Mehta, de la India, reconocida impulsora de los derechos de las mujeres. A ella se le debe haber cambiado la frase inicial que decía “Todos los hombres nacen libres e iguales” al de “Todos los seres humanos nacen libres e iguales…” de la actual redacción. De hecho, mucho antes que existiera un lenguaje inclusivo, la DUDH usó términos como “seres humanos”, “persona”, “todo individuo” o “nadie”, evitando así referirse a “todo hombre”. Minerva Bernardino, de la República Dominicana, fue fundamental al argumentar a favor de la inclusión de «la igualdad de hombres y mujeres» en el preámbulo de la DUDH. A su vez, Begum Shaista Ikramullah, de Pakistán, abogó por hacer hincapié en la libertad y la igualdad y fue una defensora de la inclusión del Art. 16, sobre igualdad de derechos en el matrimonio, que ella veía como una manera de combatir el matrimonio infantil y los matrimonios forzados.
Al celebrar este nuevo aniversario, todos debiéramos recordar que los derechos humanos existen para empoderar a las personas, proteger sus vidas y su dignidad y frenar los peores impulsos de la humanidad. El acceso igualitario a los avances científicos son parte de ello; el artículo 27 declara que “toda persona tiene derecho… a participar en el avance científico y sus beneficios”. Este derecho nunca ha sido tan crucial ni ha corrido tanto peligro como ahora. Los derechos humanos no son simplemente leyes o una ideología: son la clave para la supervivencia de nuestra especie. Si los tomamos en serio, como pretendía esta Declaración hace 75 años, podemos transformar nuestra trayectoria actual para salvaguardar el bienestar de nuestro planeta para nosotros y las futuras generaciones. Tal como lo mencionara recientemente Volker Türk, quien se desempeña como Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, “defender los derechos humanos puede garantizar que la política ambiental esté impulsada por hechos y evidencia, no por el negacionismo, la avaricia y las ganancias”.
En síntesis, esta Declaración nacida con el deseo de prevenir otro Holocausto, continúa demostrando el valor de las ideas para cambiar el mundo. Podemos afirmar que ha sabido envejecer con dignidad, sólo que los pueblos no hemos estado a su altura.