Contra la obsesión por las estructuras
En 2016, la FEUC, a cargo de la plataforma de izquierda Crecer UC, gastó $97 millones en la “Semana Novata”, recuperando solo cerca de $37 millones. El escándalo por el déficit se conoció como #FeucGate, y motivó una serie de declaraciones e investigaciones. Entre las declaraciones destaca el comunicado oficial de Crecer UC al respecto. La organización de izquierda afirmó que “los excesivos gastos […] constituyen un error grave que es consecuencia de la falta de cuestionamiento en torno a la instancia [sic] y de la errada proyección de ingresos”. El entonces presidente de la FEUC, Daniel Gedda, declaró en una entrevista: “Nosotros asumimos la responsabilidad […] Pero lo hicimos para mantener las expectativas que venían el año pasado [sic] de la Semana Novata […] El llamado es a cuestionarnos de cómo [sic] estamos pensando este tipo de eventos”.
Hay algo que salta a la vista en estas declaraciones: el intento por culpar a las estructuras. Frente a un error de gestión y de sentido común, la respuesta de los dirigentes de Crecer fue tratar este problema como un asunto estructural. La responsabilidad personal se diluye en las referencias al modo en que “pensamos este tipo de eventos”, “la falta de cuestionamiento en torno a la instancia”. La explicación deviene excusa: los dirigentes fueron víctimas de las estructuras vigentes.
Más allá de lo anecdótico, vale la pena recordar ese incidente. En efecto, durante las últimas semanas hemos visto cómo dirigentes e intelectuales de izquierda han empleado una argumentación muy similar al abordar el escándalo de las fundaciones. Así, Carlos Ruiz Encina ha enmarcado el escándalo del financiamiento de fundaciones ligadas al Frente Amplio en “un vacío estatal del cual no teníamos suficiente consciencia, que era esa renuncia del Estado en ejecutar directamente las políticas en el combate a la pobreza y venía creciendo en unos montos gigantescos la delegación de esa voluntad estatal” [sic].
No sabemos cómo terminará el affair fundaciones, pero sí sabemos cómo termina este énfasis en las explicaciones estructurales: en la desaparición de la responsabilidad personal. ¿Alguien comete un crimen? Son las estructuras sociales desfavorables en que creció. ¿Alguien tiene éxito? Son las condiciones sociales favorables. ¿Se financian irregularmente fundaciones? Es el problema estructural del retiro del Estado. La cuestión no es negar que hay condiciones estructurales que afectan nuestras vidas, sino volver a poner en el debate nuestra libertad. Ser libres es mucho más que un dato neutro. Significa que en última instancia nosotros somos los responsables de nuestras vidas, que nuestras acciones no son el resultado mecánico de las instituciones o las condiciones materiales. Lamentablemente, el discurso “estructuralista” tan característico de la izquierda que actualmente nos gobierna ha permeado en la sociedad. De tanto repetirlo, a muchas personas ya les parece natural que el Estado debe hacerse cargo de cualquier situación que las afecte.
Quizás hay condiciones estructurales que favorecen el financiamiento irregular de las fundaciones, así como el despilfarro de las federaciones universitarias. Pero de seguro también hay algo más fundamental: decisiones libres moralmente cuestionables. Contra los sueños imperecederos de la izquierda, ningún cambio estructural puede reemplazar las virtudes personales y al cultivo de la responsabilidad propia. Sería bueno para el país que el resto de los sectores políticos abandonara la obsesión con las estructuras y volviese a poner a la persona -con libertad para decidir y dignidad para hacerse cargo de las consecuencias de sus elecciones- en el centro de la reflexión política.