Personas que no saben lo que sienten
La crisis de salud mental es la principal preocupación sanitaria en una parte importante del orbe. Sondeos recientes indican que en Chile 39% de la población estima que los desórdenes mentales son la principal dificultad de salud, incluso por sobre la enfermedad del cáncer (33%). La alta prevalencia de ansiedad y depresión, especialmente en jóvenes y adolescentes, y las campañas de concientización explican en parte esta razonable preocupación.
Bajo esta realidad, sin embargo, se esconde otro inquietante fenómeno: la medicalización del malestar psicológico. En paralelo a la concienciación en salud mental, lamentablemente se ha instalado en la población, y en el mundo asistencial también, una creciente tendencia a utilizar términos psicopatológicos para cualquier tipo de malestar emocional. De esta forma, un número cada vez mayor de personas, al experimentar dificultades, estrés o problemas que generan sufrimiento, etiquetan estas vivencias inmediatamente como si se tratase de enfermedades mentales.
La rápida propagación de esta perspectiva ha dado origen a situaciones inéditas como, por ejemplo, que niñas y niños se refieran a las más mínimas dificultades emocionales como «tengo depresión». Así, «padecer» de un problema de salud mental se ha transformado en una manera de entender la propia vida afectiva y la de los demás. El panorama descrito tiene múltiples implicancias.
Al patologizar el mundo emocional, se le otorga el estatus de enfermedad a experiencias que tienen un rol esencial en el desarrollo psicológico, el crecimiento personal y el autoconocimiento. Negar el mundo emocional, desnaturalizándolo con una etiqueta, impide que las personas comprendan tanto sus propias necesidades como las de los demás. Negar las emociones dificulta e interrumpe la adaptación a dificultades y adversidades.
Consecuentemente, bajo esta cosmovisión, en lugar de buscar soluciones que impliquen empoderamiento y asunción de responsabilidad, las personas suelen optar por un tratamiento médico, usualmente un psicofármaco, para abordar sus vivencias emocionales. No resulta extraño, entonces, que un informe del Departamento de Economía de la Salud (enero 2023) alerte de un grave aumento del consumo de psicofármacos en nuestro país.
En una publicación reciente de la prestigiosa JAMA Psychiatry (junio, 2023), se hace un llamado al mundo clínico a tomar consciencia del enorme daño que la medicalización del malestar psicológico produce a la sociedad en su conjunto. El sobre-diagnóstico y la sobrecarga de sistemas de salud y seguridad social, el abuso de psicofármacos (y todas sus consecuencias médicas y sociales) y el empobrecimiento del desarrollo psicológico de la población, son algunos de ellos.
Es importante tomar cartas del asunto y potenciar el desarrollo emocional en todas sus dimensiones y en todas las instancias que sea posible. En Chile, no solo nos debiera preocupar que una parte importante de la población no comprende lo que lee, sino que también hay cada vez más personas que no saben lo que sienten.
En Chile, no solo nos debiera preocupar que una parte importante de la población no comprende lo que lee, sino que también hay cada vez más personas que no saben lo que sienten.