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UDD en la Prensa

Ausencias para el futuro

 Luis Darmendrail
Luis Darmendrail Docente de la Facultad de Arquitectura sede Concepción

Nada queda para que llegue el mes de mayo y con ello también la realización de una nueva versión del Día de los Patrimonios, instancia en la que se celebra la herencia cultural a lo largo y ancho de nuestro país. El lema de la versión 2023 es “Recuerdos para el futuro” y con el pasar del tiempo la celebración se ha extendido al reconocimiento de varias dimensiones del amplio y complejo concepto que es “patrimonio cultural”. Dentro de todas las herencias presentes y reconocibles en nuestro territorio, el patrimonio arquitectónico pasa a ser un testimonio evidente, tangible, y que refleja numerosos procesos experimentados a nivel nacional, desde cambios políticos a socioculturales, pasando por funciones comerciales, religiosas, educacionales y un vasto etcétera. Las calles hablan a través de mudos edificios y de ellos podemos aprender y reflexionar. Ahora bien, ¿cómo estála situación en Concepción? ¿Se ha resguardado el patrimonio construido en la ciudad? ¿Hemos trabajado en proyectar este legado para el futuro? Las respuestas a todas esas interrogantes distan de ser afirmativas y optimistas. A abril del 2023, nos podemos encontrar con una ciudad plagada de ausencias arquitectónicas, siendo gran parte de ellas causadas por decisiones particulares e instadas por variables como la presencia del vigente Plan Regulador Comunal y una sucesión de políticas urbanas que durante casi dos décadas han hecho caso omiso y puesto en jaque al patrimonio, no sólo arquitectónico, sino también el natural. Una situación compleja en donde la ciudad se ha volcado a promoverla aparición de modelos arquitectónicos asociados directamente al mercado, omitiendo a su vez la importancia del cuidado de los hitos del ayer, situación que en otras urbes y latitudes ha pasado a ser un tema prioritario, relacionado con la sustentabilidad y la mejora en la calidad de vida de barrios y ciudadanos.

La presión inmobiliaria promovida por las directrices urbanas ha sido tal durante las últimas dos décadas que hemos presenciado la desaparición sistemática de piezas de barrios, viviendas, edificios comerciales, centros educacional ese, incluso, inmuebles industriales, todos casos de interés y notables exponentes de varios momentos dela historia penquista que hoy podemos conocer simplemente a través de fotografías. La lista de todos los edificios demolidos durante los últimos 20 años (y que no tienen que ver con el terremoto de 2010) es extensa y nos hace pensar en cómo se ha negado la trayectoria cultural local expresada en la arquitectura, la cual a veces no desaparece, sino también se interviene sin razonamiento crítico o técnico. Son muchos los casos en Concepción de centros médicos, laboratorios, panaderías y comercios diversos que se han instalado en edificaciones sin tener un mínimo reconocimiento de los valores arquitectónicos preexistentes, alterando diseños y sin considerar siquiera un criterio básico de reutilización. Ausencias e intervenciones mal concretadas… al fin y al cabo está todo relacionado. Si existieran políticas urbanas sólidas respecto a pensar una ciudad integrada, entre usos, tejido social, cultural, paisajístico y donde además la historia, la memoria y el patrimonio sean parte de los lineamientos, no tendríamos que lamentar las pérdidas arquitectónicas olas intervenciones que distan de ser aceptables. Podríamos como ciudad ser líderes en establecer vínculos temporales urbanos en vez del borrón y cuenta nueva que se ha transformado en una solución sostenida, al igual que burdos ejemplos de arquitectura insulsa y apática que muy difícilmente se transformará en «recuerdos para el futuro», sino más bien engrosarán la lista de ejemplos del mal que hicimos a una ciudad rica, variada y arquitectónicamente relevante.