Desinstitucionalización de la política exterior
A diferencia de lo sostenido por múltiples simpatizantes, intelectuales y personeros de gobierno, Chile no necesita un nuevo ciclo de política exterior. El Presidente Boric llegó al poder junto a un grupo de profesionales, expertos en política internacional que, entre otras cosas, proponían una serie de cambios a cómo se han dirigido las relaciones internacionales de nuestro país. A poco más de seis meses de mandato, el resultado es evidente, un fracaso total y rotundo que ha generado la desinstitucionalización de la una vez prestigiosa diplomacia chilena. ¿La solución? Volver a las bases de lo que fue una Cancillería exitosa, sin grandilocuencia ni experimentación juvenil.
La administración Boric ha cometido tres errores fundamentales en la materia. Primero, la intención de redefinir la política comercial chilena. Elemento que se ha materializado en la discusión del CPTPP y la modernización del tratado con la Unión Europea. En pocas palabras, para algunos sectores de gobierno, dichos acuerdos representarían la profundización del denominado modelo extractivista-neoliberal, que buscan superar. Sin considerar, por supuesto, la naturaleza de la matriz productiva chilena y de cómo la exportación de commodities ha impulsado la generación de riquezas por más de treinta años.
Segundo, en desmedro de lo planteado durante la campaña presidencial, el gobierno ha nombrado múltiples embajadores y funcionarios políticos con escasa o nula experiencia en el rubro, o bien, ha habido poca rigurosidad en la revisión de antecedentes.
Tercero, el voluntarismo ideológico-irracional que ha llevado al gobierno a tomar medidas tan erráticas como criticar a EE.UU. por no estar presente en una reunión medioambiental, a pesar de que el representante de dicho país estaba a solamente unos metros del Presidente Boric, o la negativa de reunirse con el embajador de Israel en Chile para aceptar sus cartas credenciales, cuando el mismo día se concretó una reunión con el representante de Arabia Saudita, país que debería, a lo menos, producir el mismo tipo de reacción, dados los obvios cuestionamientos en materia de derechos humanos.
En definitiva, estos tres elementos han contribuido a la desinstitucionalización de la política exterior chilena, la que por muchos años fue predecible, aburrida, pero que, por medio de prácticas repetitivas, esperables y sobrias, avanzaba los intereses de Chile. En contraposición, el enfoque de la actual administración, basado en un diagnóstico errado, anclado en posiciones ideológicas y lecturas poco serias de los cambios sociales vividos desde 2019, solamente ha servido para dejar en claro a la comunidad internacional que la brecha político-ideológica en Chile ha transcendido a las relaciones internacionales.
El problema fundamental de la actual política exterior, es que, por medio de discursos grandilocuentes y acciones voluntaristas, ha intentado redefinir la realidad material, sosteniendo que Chile hoy tiene necesidades internacionales distintas que hace dos o tres décadas. La realidad es que, al menos en esta área, Chile y todos los países del mundo tienen los mismos intereses de siempre. Paz, seguridad y una vinculación comercial exitosa. Por consiguiente, es pertinente proponer que Chile debería volver a sus prácticas tradicionales, sobrias y aburridas, pero eficientes y efectivas.