Ideas equivocadas: adiós, por ahora
Desde hace al menos diez años vienen medrando en Chile las ideas de aquellos a quienes el recientemente fallecido filósofo español Antonio Escohotado llamaba ‘enemigos del comercio’. La demonización sin matices del lucro, con la consiguiente propuesta para ‘descomodificar’ totalmente la provisión de los derechos sociales, fue tan solo el primer capítulo de una cruzada en que se embarcaron aquellos que creen que el comercio, así como las instituciones que lo hacen posible, son, por distintas razones, perniciosas para la vida social.
Aquí encontramos a los adalides del decrecimiento, la ‘democratización’ de la economía (es decir, su centralización por otros medios ), la descolonización y la pluri nacionalidad( en su versión original latinoamericana y no en el multiculturalismo europeo y norteamericano, con el que muchos erróneamente la identificaron o confundieron); encontramos también a quienes denuncian el ‘extractivismo’, la ‘precarización’ y el endeudamiento, es decir, a aquellos que promueven el desarrollismo, dificultan la contratación y el empleo, y se lamentan de que la gente tenga acceso al crédito.
En este sentido, bien podría decirse que el rechazado proyecto constitucional era algo así como la apoteosis de toda esta avalancha de ideas que encarnan las supersticiones económicas de nuestra época y que se anudan en el propósito común de superar el ‘neoliberalismo’, bajo el cual, dicho sea de paso, se incluye también a la socialdemocracia.
Aunque el resultado del plebiscito ha sido equivalente a tirar del freno de emergencia y a evitar, por lo mismo, el descarrilamiento, no por ello caerán en el olvido este conjunto de ideas. Mientras que, por lo que toca a sus aspectos políticos, la autocrítica de los partidarios del proyecto constitucional ha sido en general escasa, por lo que toca a sus aspectos económicos ha sido prácticamente nula.
Por esta razón, es preciso rescatar algunas de las ideas básicas de un orden político-económico libre y próspero: la ‘descomodificación’ total de los derechos sociales empeorar á la calidad y la disponibilidad de los bienes en que tales derechos consisten; es absurdo, además, suponer que la oferta de tales bienes en el mercado constituye de suyo un perjuicio, tanto para los ciudadanos en general, como para quienes los adquieren en particular; la ‘democratización’ de la economía es un empeño absurdo y ruinoso, que impide la toma eficiente de decisiones económicas y obliga a presuponer que todos son igualmente propietarios de los bienes o recursos sobre los que se ha de decidir; el comercio y los intercambios no constituyen un juego de suma cero, en el que unos ganan porque otros pierden, y viceversa; el que alguna vez el desarrollismo haya tenido éxito no garantiza que lo tenga ahora, ni menos que lo tenga por regla general, etcétera.
Resulta importante recordar estas ideas, de modo de tener claro, ante la tormenta que se avecina, que fueron ellas las que permitieron la prosperidad de que disfrutamos durante algún tiempo.